El amor, esa palabra tan sencilla de pronunciar, esa palabra que todo el mundo escucha en los bares, conoce en la escuela, siente con su pareja, es uno de los conceptos que, a pesar de estar presente en la vida cotidiana, siempre se encuentra en lo indefinido: el amor es ambiguo y las personas que se encuentran envueltas en él viven bajo esa ambigüedad. En este sentido, pareciera que el amor es una especie de sentimiento que se encuentra más allá del lenguaje y las prácticas humanas. Sin embargo, si se hace una breve revisión histórica se puede comprender que el amor es una construcción social, es decir, éste no se encuentra fuera de las prácticas humanas, sino que se va construyendo, creando, y definiendo en y por las relaciones que se establecen en una determinada sociedad.
A finales del siglo XVIII, cuando surgió el romanticismo, al amor se le pensaba como un sentimiento que surgía del alma, de la pasión del hombre, y por lo tanto, a la pareja se le veía como si fuera un alma gemela, como una “rosa azul” (símbolo de lo inalcanzable) diría Novalis. Los sentimientos predominaban en las prácticas afectivas; y la razón, esa que proviene del pensamiento cientificista (la que piensa la realidad como una máquina), era relegada a otro ámbito, ya que en ella caben resortes, genios, pero no caben individuos acompañados (Fernández, s/f). En pocas palabras, el amor se sentía, nunca se pensaba.
Sin embargo, a diferencia de la época romántica, en la actualidad se puede apreciar que las relaciones amorosas se establecen y conciben de manera distinta. Baumann (2005), menciona que, debido a la presencia del consumismo en las relaciones humanas, el amor ya no se piensa como una entidad estable ni permanente, ahora es traducido como una serie de situaciones rápidas y agradables, es decir, como compras que uno hace: éstas se limitan a cumplir una cierta función, y en caso de que dejen de cumplirla, uno se deshace de la persona caducada. Por su parte, desde otra perspectiva, Fromm (1997), traza una visión del amor artística: para conseguirlo uno necesita trabajar con humildad y coraje; el amor deja de ser un útil y se convierte en todo un ritual detallado; es transformado en un arte. Por algo su libro se llama “El arte de amar”.
En fin, el amor no es un concepto fuera de la realidad humana, sino, más bien es un concepto que por medio de los elementos históricos, sociales y culturales va adquiriendo fondo y forma. A veces puede ser la rosa azul de Novalis; a veces se puede transformar en una relación de bolsillo: una herramienta, útil u ornamento que cuando deja de funcionar se desecha; o simplemente en un arte, para conseguirlo se debe pulir día a día.
Luis Jaime González Gil
Referencias
Baumann, Z. (2005) Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura económica: Buenos Aires; Argentina.
Fernández, P. (s.f.) El concepto de psicología colectiva. Facultad de Psicología, UNAM. Programa 30 de Doctorado en Psicología Social, Universitat Autònoma de Barcelona. Obtenido desde: www.dialogosaca.blogspot.com Última revisión: 14/11/11
Fromm, E. (1997) El arte de amar: una investigación sobre la naturaleza. Paidós: México.