La falacia del cociente intelectual: la otra cara de las pruebas psicométricas
La torpeza del índice craneal fue reemplazada por la complejidad de los test de inteligencia (Gould, 2003).
Al parecer la sociedad ha vivido engañada. Las pruebas psicométricas, esas que miden el cociente intelectual, y todas sus derivaciones, no son lo que dicen ser, ni se crearon para medir la inteligencia (Gould, 2003). Sin embargo, esto no ha impedido que se hayan introducido en la sociedad, convirtiéndose en el principal dispositivo que se utiliza para evaluar a las personas en las instituciones. Las pruebas se utilizan en las empresas, en las escuelas, en los albergues, de manera que se han apoderado de las oficinas de recursos humanos como un mecanismo de valoración y selección. Incluso, si se revisa la producción de test psicométricos en los últimos años, se puede apreciar la forma en que se han incrementado notablemente tanto las ventas como la creación de estas herramientas.
Gould, en su libro “La Falsa Medida del Hombre”, argumenta que la pretensión de cuantificar o graduar la inteligencia en una sola cifra es una falacia. En general, a lo largo de sus páginas, el autor demuestra que para Alfred Binet, el creador del test Binet-Simón, el cociente intelectual no se diseñó para medir la inteligencia humana, más bien tenía la finalidad de medir el rendimiento escolar. Otra cosa fue que sus predecesores (Goddard, Terman, Yerkes, Burke y compañía), tergiversaran y manipularan la finalidad de los test para reforzar sus ideales vinculados al determinismo biológico, es decir, que la inteligencia es innata, unitaria y linealmente clasificable. Además, por otro lado, el autor menciona que las pruebas que se aplicaron en el siglo XX, específicamente en Norteamérica, evaluaron el grado de familiaridad con la lengua y cultura norteamericana, mas no la inteligencia.
Extracto de la prueba que Terman incluyó a la lista de Binet: Un indio llega por primera vez en su vida a una ciudad y ve pasar a un hombre blanco por la calle. Cuando éste pasa a su lado, el indio dice: El hombre blanco es perezoso, camina sentado ¿En qué medio de transporte iba el hombre blanco para que el indio pudiese decir: Camina sentado? Respuesta correcta: Bicicleta. (Gould, 2003, p. 262-263).
La pregunta acentúa la adecuación de los resultados a las expectativas que corresponden a normas sociales, de manera que no mide una prioridad abstracta del pensamiento (Gould, 2003). En este sentido, la prueba evalúa el grado de familiaridad que se tiene sobre la vida modernizada en Norteamérica (en donde hay bicicletas); y asimismo, está cargada de un prejuicio en contra de una minoría étnica (los indios).
Es importante cuestionar esta manera de intervenir, hay que ver la otra cara de esta herramienta que se ha introducido impresionantemente en la sociedad. Los test psicométricos no son muy distintos a los perdigones de plomo de Broca; ni a las semillas de mostaza tamizadas de Morton, que se utilizaban para medir el volumen de la caja craneal; ni a las graduaciones de los estigmas simiescos de Lombrosso; y ni siquiera a las reglas o calibradores que medían el exterior del cráneo. Estos instrumentos de medición son el claro ejemplo de la utilización de la ciencia con fines ideológicos y socio-políticos. Desde sus inicios se han utilizado como un mecanismo de exclusión y discriminación, dirigidos principalmente a algunas minorías. Como lo menciona Gould (2003), la repetición del determinismo biológico a lo largo de la historia, tiene que ver con un asunto sociopolítico, “en especial con las campañas para reducir el gasto del estado, o a veces con el temor de las clases dominantes, cuando los grupos desfavorecidos siembran una intranquilidad social y amenazan con usurpar el poder” (p. 21).
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Gould, Stephen. J. (2003). La falsa medida del hombre. Crítica: Barcelona.