La mutación de una mirada bélica: otra perspectiva de la Segunda Guerra Mundial 

En estos días, cuando narro la historia de la Segunda Guerra Mundial, siempre subrayo que mi mirada ha sido perturbada, transfigurada podría decir; y con esto, no me refiero al orden de los acontecimientos, o a las fechas en que se suscitaron las batallas, los triunfos y las derrotas; sino a los elementos judeo-marxistas que participaron tanto en el origen, desarrollo y fin de la guerra. De tal modo, existen dos historias: un antes y un después.

“El capitalismo forjado en Wall Street como el bolchevismo forjado en Rusia son instrumentos del judaísmo” (Borrego, 2005, p. 301). 

En estos días, cuando narro la historia de la Segunda Guerra Mundial, siempre subrayo que mi mirada ha sido perturbada, transfigurada podría decir; y con esto, no me refiero al orden de los acontecimientos, o a las fechas en que se suscitaron las batallas, los triunfos y las derrotas; sino a los elementos judeo-marxistas que participaron tanto en el origen, desarrollo y fin de la guerra. De tal modo, existen dos historias: un antes y un después. La primera se conforma de una sucesión de hechos que, a lo largo de mi vida, he construido a partir de los libros de texto, películas de Hollywood y conversaciones cotidianas. En cambio, la segunda la he configurado desde una lectura que he realizado en los últimos días. Y en efecto, mi mirada ha sido distorsionada en gran medida por el libro Derrota Mundial: Supracapitalismo y Marxismo en Pareja Globalizadora (Borrego, 2005); y no es por hacer publicidad, ni mucho menos, pero muchas de las líneas que redacta el autor vislumbran y analizan minuciosamente numerosos acontecimientos, coincidencias y contradicciones que por lo menos, a mis veinticuatro años, jamás había escuchado. 

Antes.Caricaturizando, mi primera historia se configura de la siguiente manera: En 1899, Alemania engendró a un sujeto llamado Hitler, un ser malvado e inhumano que quería conquistar al mundo por dos razones: establecer una dictadura nacionalsocialista (“nazi”) y exterminar a los judíos. Por una parte, pensaba que la raza alemana era superior a todas, y por otra, consideraba a los judíos una raza inferior, una plaga mundial. De tal modo, a finales de la década de los 30’s se instituyó el Eje Berlín-Roma-Tokio, el cual, atacó a varios países de Europa (Polonia, Francia, Inglaterra, Yugoslavia, URSS, Grecia, entre otros), asesinando a millones de personas y experimentando con rehenes en los campos de concentración alemanes. Sin embargo, pasado el tiempo, la gravedad de la guerra se expandió mundialmente. A finales de 1941, uno de los aliados (Japón), al atacar algunas embarcaciones estadunidenses en Pearl Harbor, desencadenó que el continente americano arremetiera contra el pacto tripartito que mantenía la Alemania Nazi, el Imperio de Japón y el Reino de Italia en nombre de la humanidad y la paz mundial. Años después la guerra culminó gracias a las dos bombas atómicas, (“Little Boy” y “Fat Man”), lanzadas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Japón, el último de los aliados, no tuvo otra opción más que rendirse. 

Después.La segunda historia sigue la misma estructura lógica de los acontecimientos; sin embargo, a diferencia de la primera, en esta versión puedo vislumbrar ciertos elementos de la guerra que permanecieron hegemónicamente, por decirlo de alguna manera, ocultos y en silencio. Por ejemplo, está el caso de que Hitler nunca aspiró la guerra contra Occidente, ni deseó conquistar el mundo, más bien su objetivo era el exterminio del marxismo en la URSS. Para el Tercer Reich, el marxismo era un exclusivismo autoritario de la doctrina de Marx & Engels, empleada por Lenin, y posteriormente por Stalin. En sus propias palabras: 

“La nación no era –según los marxistas- otra cosa que una invención de los capitalistas; la patria, un instrumento de la burguesía, destinado a explotar a la clase obrera; la autoridad de la ley, un medio de subyugar al proletariado; la escuela, una institución para educar esclavos y también amos; la religión un recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación; la moral, signo de estúpida resignación, etc.” (Borrego, 2005, p. 31-32). 

De hecho, según Borrego (2005), Alemania en todo momento pretendió la paz con Occidente (Inglaterra, Francia y Estados Unidos) explicando que su única intención era derrumbar al bolchevismo en Rusia, mas no la guerra mundial. Sin embargo, una y otra vez sus intentos fracasaron gracias a los acuerdos secretos para conservar el judaísmo-marxista a nivel mundial por parte de Stalin, Roosevelt y Churchill [1]; y a los infiltrados en la red nazi (vinculados con los bolcheviques y capitalistas) que proporcionaron información de los planes de Hitler y tergiversaron las órdenes principales para provocar el desacierto táctico de las divisiones alemanas. Incluso, a todo esto se le puede sumar que la prensa mundial (operada por judíos) participó en la construcción del nacismo como un proyecto sanguinario que buscaba la dominación mundial, y al mismo tiempo, ocultó hechos inhumanos en los que participaron los países como Inglaterra y la URSS. La propaganda manipuló los informes para engañar a la población sobre lo que realmente ocurría en la guerra: la prensa argumentó que Hitler había entrado Austria violentamente; que los alemanes quemaban iglesias católicas en la URSS; y que parte del plan nazi era invadir Norteamérica; lo cual era totalmente falso. Mientras que siempre encubrió que el bolchevismo aniquiló y desterró a millones de cristianos; que el ejército rojo dominó e impuso sus valores sobre 10 países con más de 30 millones de habitantes; que Stalin invadió Polonia y Finlandia mientras los alemanes luchaban con otros países; que tanto la URSS como Inglaterra utilizaron de carnada a países como Polonia, Grecia y Yugoslavia para preparase adecuadamente; y finalmente, que Inglaterra quebrantó un principio que humanizaba la guerra (el plan de la Haya), es decir, arremetió contra poblaciones civiles alemanas y no contra fuerzas armadas donde ocurrían operaciones militares. En fin, en todo momento el engaño se utilizó como una herramienta a favor de los pueblos semitas; o mejor dicho, parafraseando a Henry Ford, la desfiguración hábil de los hechos fue una de las armas predilectas del judío en la Segunda Guerra Mundial. 

Así podría seguir explicando a detalle otros elementos que intervinieron para que la guerra se consumara con una coalición mundial en contra de Alemania, Italia y Japón. Sin embargo, pienso que más que redactar todos los elementos judeo-marxistas que intervinieron en la guerra, la cuestión está en quitarnos de la cabeza que en la historia existe un lado que lucha por la humanidad y otro que busca el exterminio y la dominación mundial. Al parecer la historia está impregnada de una narración épica, en la cual, siempre existe un héroe y un villano; y en realidad, los hechos no acontecen de esa manera. Ni Roosevelt, ni Churchill, ni Stalin, ni Hitler luchaban por el bien o el mal de la humanidad; había algo más a fondo en todas las batallas: el poder y el establecimiento de un orden social; el cual, siguiendo a Borrego (2005), en esta época la ganaron la pareja globalizadora Marxismo-Supracapitalismo. 

No obstante, con todo lo escrito, no quiero decir que la campaña nazi no cometió actos inhumanos (los campos de concentración son un ejemplo de ello), ni tampoco que tengo una especie de devoción por la forma en que Hitler estableció el nacionalsocialismo; más bien deseo hacer una invitación a no quedarnos con las historias hegemónicas que polarizan a los personajes históricos en términos morales (buenos y malos), ni con una sola versión de la historia. Antes que nada, debemos comparar todos los puntos de vista para entender de mejor manera las condiciones que propiciaron que determinados personajes asumieran un rol. Al final, las guerras son una serie de acontecimientos interrelacionales: éstas son consecuencia de los intereses de ambos lados, no sólo de uno. 

Luis Jaime González Gil 

Email: luisjaime@antropomedia.com 

Notas 

[1] Si uno revisa las personas que se encontraban alrededor de Roosevelt, se puede ver que éste estaba rodeado de prominentes israelitas: Bernard Baruch, (su consejero), Henry Morgenthau (el secretario de Tesoro), James P. Warburg (dueño del banco Internacional Acceptance Bank Inc.), entre otros. 

Referencias 

Borrego, S. (2005). Derrota Mundial: Supracapitalismo y Marxismo en Pareja Globalizadora. Tipografía Ediciones: México. 

Palabras Clave. 

Borrego; Segunda Guerra Mundial; Marxismo; Capitalismo; Nacionalsocialismo 

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