Tradicionalmente, cuando se habla del concepto memoria en psicología, es común que se le reduzca a términos cognitivos, herméticos e individuales. Por un lado, bastantes psicólogos piensan que memorizar es una actividad propia y exclusiva de la vida mental de las personas, de modo que la mayoría de los estudios que se realizan se centran específicamente en buscar las leyes universales del funcionamiento de la memoria (Garzón, 1993) o en determinar las capacidades de una persona para la acumulación de información y datos. En cambio, hay quienes consideran la memoria como una suerte de colección mental de recuerdos inertes acerca de hechos ya sucedidos e irremediablemente inmodificables (Rodríguez, 2001). En otras palabras, se podría decir que memorizar es una función que se encuentra encerrada en sí misma (memoria literal), lo que genera que el acontecimiento pasado sea insuperable: el presente, en todo momento, es sometido al pasado (Todorov en Jelin 2002).
Sin embargo, a partir del surgimiento de otras posturas en las ciencias sociales (tales como el construccionismo social), en las últimas décadas numerosos autores no coinciden con esta postura tradicional. Para ellos, la memoria es una construcción social, un mecanismo de reconstrucción y resignificación de elementos vivos que están ya presentes o requieren ser incorporados al imaginario social (Rodríguez, 2001). De tal forma, más que ser una función mental/individual, la memoria es un proceso de construcción generado en y por los marcos sociales en los que se encuentran las personas. Como lo menciona Shotter (1990):
“Si los hechos no encajan en el marco social aportado por nuestras instituciones sociales – aquellas en las que hemos sido socializados- entonces no se recuerdan” (pp. 148).
En este sentido, si los marcos sociales son los que posibilitan tanto lo que se recuerda como también lo que no se recuerda (el olvido), la dicotomía tradicional recuerdo/olvido comienza a desvanecerse: tanto el olvido como el recuerdo se consideran como construcciones sociales, continuamente elaboradas y reformuladas (Lechner y Güell, 1998) De ahí que ambos términos se entiendan como partes inherentes de la memoria, y no como términos contrapuestos que se deben estudiar por separado. El olvido ya no es una función externa o ajena, sino, más bien, es un recuerdo que ni se piensa, ni se comunica a los demás (Mendoza-García, 2007).
Con todo esto en mente, se entiende que la memoria es un proceso intersubjetivo de diferenciación y vinculación del pasado en función al presente y al futuro, y por lo tanto, ésta ya no se refiere a la cronología de los hechos que han quedado fijos, sino más bien al pasado como un significado que se construye en relación a las interpretaciones y significaciones actuales (Lechner y Güell, 1998). Ahora memorizar es un constante juego colectivo de construcción y deconstrucción de significados. En todo recuerdo, tanto el presente, el pasado y el futuro son el resultado de un proceso continuo e indefinido de resignificación. Como lo menciona Vázquez (2001), “cuando recordamos, la construcción del pasado es susceptible a adquirir numerosos significados, donde se integran hechos del pasado, del presente y del futuro, donde diversas interpretaciones pasan a conformar versiones de la memoria” (p. 149).
Luis Jaime González Gil
Email:luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Garzón, A. (1993). Marcos sociales de la memoria. Un enfoque Ecológico. Psicothema. Vol. 5., (p. 103-122).
Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI.
Lechner, N. y Güell, P. (1998). Construcción social de las memorias en la transición chilena. Social Science Research Council: Memorias colectivas de la represión en el Cono Sur. Montevideo, 15/16 de noviembre 1998.
Mendoza-García, J. (2007). Pensamiento, lenguaje y memoria. México: Asociación Oaxaqueña de Psicología A.C. Visto en http://www.conductitlan.net/pensamiento_ lenguaje_memoria.html.
Rodríguez, E. (2001).Reseña de la memoria como acción social: relaciones, significado e imaginario. Atheneadigital: revista de pensamiento e investigación social. Abril, 0.
Vázquez, F. (2001). La memoria como acción social. Relaciones, significados e imaginario. Barcelona: Paidós.
Shotter J. (1990). “La construcción social del recuerdo y del olvido”. En Middleton, D.; Edward, D, (comp.). Memoria Compartida. La naturaleza social del recuerdo y del olvido. Barcelona: Paidós, 1992, p. 137 – 155.