La psicología como un trabajo de interpretación 

El otro día, al mencionar lo que había estudiado, me acordé de los primeros días de clase en la universidad cuando tuve que explicar la razón por la que había elegido la carrera de psicología.

El otro día, al mencionar lo que había estudiado, me acordé de los primeros días de clase en la universidad cuando tuve que explicar la razón por la que había elegido la carrera de psicología. De hecho, recuerdo muy bien que mencioné que quería estudiar psicología para conocer la manera en que funcionaba el cerebro humano (y los sueños), a tal grado, que pudiera explicar a la perfección los actos de las personas que se encontraban a mi alrededor. Cosa muy distinta a lo que hoy pienso, después de siete años. 

La verdad es que conforme fueron pasando los años me he dado cuenta que la imagen del psicólogo representada como un mago que posee los conocimientos para solucionar una problemática (Selvini, 1990), no es del todo acertada. De modo que he optado por precisar que la psicología es más un proceso de interpretación y comprensión, que una especie de conocimiento general que soluciona cualquier situación. Sin embargo, ¿de dónde viene el imaginario del psicólogo como un mago o científico de la mente? De la visión moderna actual de la realidad. 

En realidad, si miramos las concepciones tradicionales de la psicología podemos ver que, en el último siglo, se han hecho grandes esfuerzos para que la psicología se legitime a partir del conocimiento científico, es decir, se está esperando que ésta adquiera por fin el fundamento genuinamente científico que permita ocupar el puesto al que le corresponde entre las ciencias fundadas en principios sólidos, como la misma física (Spearman en Gould, 2003, p. 264). 

De tal forma, al consolidarse el pensamiento moderno, se ha redefinido el estudio de la mente tildándolo de ciencia, y sus seguidores adoptaron sus métodos, metateorías y modalidades de las ciencias naturales (Gergen, 1992). Pareciera que existe un deseo de integrar en una lógica cuantificable todos los fenómenos que acontecen en la vida cotidiana. La visión del psicólogo está sustentada en la condición de que todos los fenómenos son cualitativamente iguales, la diferencia sólo radica en términos de cantidades (Mella, 1997). 

No obstante, desde una nueva postura que he ido construyendo a lo largo de estos siete años, me atrevo a decir que esta manera de entender la realidad tiene sus limitaciones y problemáticas de fondo. Por un parte, entiendo que pensar la psicología únicamente desde el paradigma científico genera que se ignoren algunos elementos que participan en la realidad humana. Por ejemplo, lo científicos, al analizar cualquier situación, se olvidan de la vida cotidiana ya que la consideran efímera e intrascendental. (Berger y Luckmann, 2003). Incluso los mimos laboratorios son reflejo de esta idea: dentro de ellos, es imposible reproducir lo que acontece en el día a día; el estar en un espacio controlado difumina los elementos contextuales de la vida cotidiana. 

Por otra parte, es imposible pretender construir un conocimiento objetivo (ese que tanto pregona y legitima a la ciencia). En efecto, los hechos que se construyen en los laboratorios son el resultado de una proliferación de subjetividades. Como lo menciona Gergen (1996), el logro de la objetividad es textual, algo inherente a las prácticas de escritura y habla situadas históricas y culturalmente. La interpretación de los datos estadísticos (y los mimos datos) son el resultado del debate constante entre las personas que se encuentran dentro del laboratorio y de la participación de las instituciones u organismos que sustentan estos estudios. 

Por tanto, pienso que el deseo de construir a la psicología como ciencia debe de dejarse a un lado ya que la misma configuración de la visión científica limita el estudio (excluye ciertos elementos que participan en la realidad social); además de que la objetividad, esa que legitima el trabajo desde este paradigma, no existe. De tal forma, creo que la cuestión radica en pasar de una psicología científica a una interpretativa que nos permita ahondar en lo que estudiamos (incluyendo lo que la ciencia no legitima), siendo conscientes de la participación que tenemos los psicólogos en la construcción de la problemática: el psicólogo pasa de ser un mago, a ser un analista que intenta comprender los acontecimientos, teniendo en cuenta que lo que concluye es el resultado de su relación con lo que está estudiando. 

Luis Jaime González Gil 

Email: luisjaime@antropomedia.com 

Referencias 

Berger, P., y Luckmann, T. (2003). La construcción social de la realidad. Amorrortu: Buenos Aires. 

Gergen, K. J. (1992). El yo saturado: Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Paidós: Barcelona. 

Gould, Stephen. J. (2003). La falsa medida del hombre. Crítica: Barcelona. 

Mella, O. (1998). Naturaleza y orientaciones teórico-metodológicas de la investigación cualitativa. Editorial CIDE “Centro de Investigación y Desarrollo en la Educación”. Santiago: Chile. 

Selvini, M. (1990). El Mago sin Magia: Cómo Cambiar la Situación Paradójica del Psicólogo en la Escuela. Paidós: Barcelona. 

Palabras clave 

Psicología, modernidad, interpretación, psicólogo. 

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