Hagamos una revisión de su vida cotidiana: seguramente, en este momento, usted porta un móvil o Smartphone, o en el caso de que no, obviamente, se encuentra observando la pantalla de su monitor o laptop para leer el siguiente artículo. Ahora lo invito a que entre a su cuarto: verá una televisión, y tal vez haya un reproductor de música para esos ratos en los que uno quiere relajarse. Es así que, por donde lo vea, la tecnología lo invade, sin embargo, ya estamos acostumbrados a tenerla presente, a tal extremo, que pareciera que lo tecnológico pasa por desapercibido. La tecnología ya no nos sorprende, y ni siquiera nos inmuta, está ahí en nuestra vida cotidiana, por lo que, la utilizamos inconscientemente todo el tiempo, como cuando uno maneja su automóvil, lo último en que está pensado es en que está conduciendo por la calle.
Lo paradójico de la situación, es que siempre pensamos que la tecnología está a un nivel superior de nosotros, como si no fuera humana. De manera que ni nos interesamos por entenderla, ni a experimentar con ella, es decir, tenemos la idea de que sólo los especialistas (informáticos, en redes, entre otros) pueden comprenderla; si no me cree, recuerde lo que hace cuando su Laptop comienza a dar problemas, lo más seguro es que la lleve con un especialista a que le haga un diagnostico/reparación; y la verdad es que pocos son los que alguna vez investigan cómo pueden repararla, o por lo menos, se encuentran en el proceso de reparación para observar la serie de actividades que el técnico realiza para resolver el problema emergente.
De tal manera, siempre pensamos lo tecnológico como si fuera una invención no-humana, un ente misterioso que se escapa de nuestra comprensión por su complejidad. Sin embargo, aunque es cierto que la tecnología no está al alcance de todos, y asimismo, que para entenderla uno tiene que dedicarle un tiempo considerable de su vida, esto no quiere decir que lo tecnológico no tenga nada que ver con lo humano. Ya lo decía Latour (2001), cuando explica que concebir de manera polar a la humanidad y la tecnología es desear una humanidad lejana: somos animales socio-técnicos y cada interacción humana es socio-técnica. Otra cosa es que los científicos se han encargado muy bien de convertirla en algo complejo que no está al alcance de todos: por algo éstos nunca revelan el proceso y los debates que posibilitaron la invención de un aparato, y más encima, siempre utilizan un vocabulario técnico para señalar y describir todo lo que los rodea.
De esta forma propongo que nos atrevamos a romper este esquema tradicional. Pensemos que lo tecnológico y lo humano no son entidades o dimensiones separadas, ni mucho menos, opuestas. En realidad, ambas forman parte de la vida cotidiana, a tal grado que como menciona Marshall McLuhan, lo más humano de nosotros es “nuestra” tecnología. Tanto el automóvil que utilizamos todos los días, como las redes informáticas en las que entablamos conversaciones, compramos objetos y buscamos información se consolidan y se forman de alguna manera en y por la interacción social en la que se encuentran. En fin, el punto es que olvidemos esa separación que hemos construido para explicar lo tecnológico, y tratemos de pensar la tecnología en términos humanos.
Luis Jaime González Gil
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Latour, B. (2001). La esperanza de Pandora: ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa.