Lo mismo y lo otro. Nuestro pensamiento está codificado por cierto orden subrepticio que nos es imposible analizarlo, comprenderlo e inclusive interrogarlo de manera radical y definitiva. Es parte de nosotros, es lo que nos permite determinar si algo es posible o no, verdadero o falso, rojo o negro, y animal o vegetal. Estamos condenados a una ley interior del pensamiento, una red secreta que determina la relación entre las palabras y las cosas mediante la búsqueda de las diferencias y similitudes del objeto observado.
De hecho, nos encontramos bajo el imperativo cuantitativo-diferencial. Bajo nuestra mirada razonamos la realidad mediante cuadros, clasificaciones y enumeraciones del tipo alfabeto o numéricas. No puede haber dos cosas en diferentes lugares o categorías. Un perro no puede ser un canino y una legumbre; o está en el reino animal o en el reino vegetal, ubicarlo en ambas es una contradicción, una paradoja que destroza (y por lo tanto nos deja sin un entendimiento de las especies) la mesa de disección que concibe al mundo en cuadrícula, lo que produce una repartición de clases: un agrupamiento nominal por el cual designamos las diferencias y similitudes de los seres.
Cuestión segmentaria, exclusiva y cortante. Imposición del campo semántico o temático (pensamiento moderno-clásico) sobre otros esquemas de pensamiento. Pareciera que la única función del lenguaje es el partir o diseccionar la realidad en pedazos o trozos pequeños desconectados que al unirse conforman eso que llamamos sociedad, mundo, institución, o como le queramos llamar.
Sin embargo, los fenómenos que ocurren en Internet están poniendo en tela de juicio esta forma de pensar y ordenar. Los datos ya no sólo los agrupamos bajo cuadrículas perfectas apoyadas directamente en la observación y experimentación de los objetos; o por etiquetas únicas que representan a esos objetos (tal como los códigos de una biblioteca). El mundo cibernético permite que un objeto pueda estar en muchas categorías a la vez, al extremo que podemos trascender la regla de ordenación implantada en nuestro pensamiento clásico-moderno: en vez de que cada cosa tenga su sitio, es mejor que las cosas puedan tener varios sitios a la vez (Pisani y Piotet, 2008).
Apertura a nuevas posibilidades de clasificación. El perro no necesariamente debe estar vinculado a categorías tradicionales del reino animal, su colocación y ordenamiento en el mar de bits depende de la forma colectiva en que lo denominemos. Incluso, si se nos ocurre, podemos etiquetarlo como una legumbre (por algún recuerdo), de modo que la fotografía del canino estará relacionada únicamente con una palabra clave de caracter vegetal. Las personas sólo encontraran esta figura si teclean la palabra legumbre. Así, el cuadro rígido de la biología es quebrantado: en el cíberespacio las distribuciones se rigen no tanto por un cánon de índole cientificista, sino por nuestras experiencias, ironías, metáforas y analogías que esbozamos para definir a un ser o un objeto.
El campo o mesa de disección clásica-moderna del saber está franqueando, lo estamos diluyendo en ese mar de bits que permiten la participación colectiva en la construcción del saber. La relación de las palabras y las cosas nunca es totalitaria o absoluta. Por algo Foucault llamó a todo sistema que fundamenta y da forma al pensamiento como un “a priori histórico”. El orden del saber no está determinado por un a priori trascendental o externo al devenir histórico (tal como lo concibe Kant), depende de un vaivén de relaciones, de discontinuidades semiótico-materiales que colaboran, interrumpen, cortan, dan seguimiento o corroboran el campo en donde el lenguaje y el espacio se entrecruzan (ese fondo, y sus elementos de positividad, que hacen posible el surgimiento de las ideas, las racionalidades y las ciencias positivas).
Internet está engendrando nuevas materialidades y formas de vinculación. La conexión entre el orden del discurso y el orden de las cosas está mutando, y es así que la cuadrícula perfecta la estamos difuminando para dar paso a la nominación desde la experiencia, desde etiquetas que confunden, mezclan, entrecruzan y ordenan la realidad bajo un cuadro intermitente, cambiante, abierto y movedizo.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
- Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. Distrito Federal: Siglo XXI.
- Pisani F. & Piotet D. (2009). La alquimia de las multitudes: cómo la web está cambiando al mundo. Barcelona: Paidós Ibérica.