Cuatro candidatos, una edecán que llamaba más la atención que éstos, una moderadora sonriente, algunos papeles e imágenes que no se veían por la pésima producción audiovisual, y al final, muchos comentarios de los políticos: algunos proponiendo, otros desprestigiando al que se encontraba a un lado y otros recordando la Historia mexicana para intentar dar cuenta de la situación en la que se encuentra México. Si ustedes observaron con detenimiento el debate presidencial que se suscitó el domingo 06 de Mayo del 2012 pueden comprobar que más o menos así acontecieron los hechos y, lo más importante, que en términos generales éste fue todo menos un espacio para dialogar sobre los temas que se propusieron en la mesa, es decir, sobre la inseguridad, las circunstancias actuales de la educación, la problemática de las instituciones penitenciarias, entre otros.
Básicamente la dinámica fue la siguiente: por un lado había una discusión en la que tres de los cuatro candidatos se dedicaron a desprestigiar y satanizar la figura de sus competidores. Y sí, estamos hablando de los pretendientes de los partidos del PRI, PAN y PRD que desgastaron su tiempo en demostrar lo corruptos, mentirosos y mañosos que eran sus competidores, y de vez en cuando, ya con el tiempo encima exponían sus propuestas utilizando un lenguaje abstracto y técnico que en su mayoría respondía al qué iban a hacer y no al cómo lo iban a lograr. Y por otro lado, había un candidato en soledad que aprovechando su posición particular, ya que sus palabras no inmutaban a los demás, se dedicó a contestar las preguntas del debate definiéndose como un ciudadano para distinguirse de los políticos, los cuales, según él, sólo argumentan en los debates para perjudicar la figura pública de los otros aspirantes, mas no para exponer sus propuestas y métodos para lograr el cambio.
Sin embargo, normalmente en estos debates todo está pensado y prediseñado con anterioridad, tal cual como una obra de teatro. Analicemos: en primer lugar, era obvio que los candidatos del PRD y PAN se volcaran contra el aspirante del PRI para intentar deconstruir su figura. Si las encuestas muestran que el candidato del PRI va liderando las elecciones es normal que los demás intenten atacarlo. No hay que ser sabios para comprender que cuando alguien va ganando se convierta en el blanco por excelencia de los demás competidores. En segundo lugar, se puede decir que el candidato del PRI, aunque trató de evitar involucrase en la disputa, su estrategia se enfocó en defender sus argumentos y figura para construirse como un individuo apto para la presidencia. Si recordamos, en los últimos meses se había dudado de las capacidades de este aspirante por algunos sucesos que lo construían como un sujeto que no tenía la capacidad de salirse de un discurso preparado. En realidad ésta fue la primera vez que lo escuchamos defenderse de ataques públicos hacia su persona. Y en tercer lugar, aunque el candidato de Nueva Alianza fue el único que se dedicó a contestar las preguntas y temáticas del debate, la verdad es que no le quedaba de otra, su posición no le permitía entrarle de lleno a la disputa que llevaban los otros tres, de modo que su táctica se resumió en la distinción, es decir, en tratar de deslindarse de los demás para ser reconocido de otra manera, es decir, como un ciudadano que propone en beneficio de la sociedad.
Por lo tanto, el resultado del debate presidencial fue una obra de teatro mal hecha. La verdad es que la producción audiovisual fue pésima, y lo peor fue que los candidatos en su afán por actuar de manera programada ignoraron la finalidad de la reunión: la exposición y la discusión de lo que se hará por el país en los próximos años. De modo que el contenido que se discutió fue consecuencia de fuerzas y contrafuerzas premeditadas que se enfocaron más a desprestigiar al otro que en pensar en soluciones. Detrás de cada alusión histórica de Andrés Manuel, detrás de cada ataque de Vázquez Mota, detrás de cada contrataque de Peña Nieto, y detrás de cada propuesta de Quadri hubo un trabajo bien pensado que definió el papel de cada personaje en función a la desestimación de los demás. Podemos decir que el resultado final fue una pelea y un monólogo: tres candidatos se dedicaron a la riña y el relegado no le quedó más que argumentar propuestas sin réplicas para diferenciarse de los políticos actuales.