En la vida uno significa todo el tiempo, es decir, va tratando de darle sentido a las cosas con las que se tropieza, a los momentos y sucesos que transcurren a su alrededor, y de vez en cuando, a los entes humanos que llama “amigos”, “familiares”, “maestros”, etcétera. Por cierto, resulta curioso que estas maneras de llamarlos son el resultado de un proceso de significación: las personas adquieren un sentido por la forma en que las denominamos, y la forma en que las denominamos es regida por una significación previa inmiscuida en los marcos sociales. Al final, decirle “maestro” al individuo que se encuentra en lo más alto del aula implica que pensemos que éste se dedica profesionalmente a la enseñanza (y no a la cocina, a la construcción de edificios o a los viajes espaciales). Y por otro lado, que éste se encuentre en lo más alto del aula produce que lo configuremos como un “maestro”.
Una pregunta trascendental que surge cuando se habla de este concepto tiene que ver con la manera en que las personas le otorgan sentido al mundo, o mejor dicho, en el cómo se significan los acontecimientos que se suscitan día a día. Por una parte, tradicionalmente algunos autores piensan que la obtención de un significado es un proceso individual; los sujetos a partir de sus capacidades cognitivas perciben el exterior para construir un sentido de su entorno a través de deducciones meramente mentales. Y por otra parte, desde Pierce C.S., ya se reconoce el significado en términos relaciones. Es decir, se le entiende como un proceso que ya no depende sólo del signo y de su referente, sino de una representación mediadora del mundo en función de la cual se establece la relación entre signo y referente; un interpretante (Bruner, 1998).
De modo que se ha pasado de una visión individualista a una relacional. El significado ya no es un contenido estático que se encuentra impregnado en las cosas para ser descubierto, ni tampoco un proceso cognitivo en el que las personas descifran la verdad de las cosas, ni mucho menos una deliberación personal. Más bien, es el resultado de una acción coordinada en la que participan diversos elementos lingüísticos conformados en y por la cultura (Gergen, 1996). Mutación lingüística del concepto. Desde esta perspectiva se le atribuye al lenguaje (en términos relacionales) una función primordial en la construcción del significado: se convierte en el medio por excelencia por el que se logra la comprensión del sentido común (Mendoza, Ramos, Jaramillo y Ortiz, 2010).
Hoy en día pensar que el significado es un proceso individual, es obsoleto. Hay que pensar ahora en términos sociales y lingüísticos. La verdad es que las personas significan a partir de la interacción, y es en ésta donde las cosas, hechos y personas adquieren un sentido específico. Las palabras en si mismas no llevan significado, no logran comunicar nada; éstas solo parecen generar significado en virtud del lugar que ocupan en el ámbito de la interacción humana (Gergen, 1996). En todo momento se necesita del diálogo (acción-complemento) para establecer el significado del mundo que está a nuestro alrededor.
Luis Jaime González Gil
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Bruner, J. (1998). Actos de significado: Más allá de la revolución cognitiva. Madrid: Alianza.
Gergen K (1996). Los orígenes comunes del significado. Realidades y relaciones. Barcelona: Paidós.
Mendoza P., Ramos Y., Jaramillo J. y Ortiz O. (2010). Comprensión del significado desde Vygostsky, Bruner y Gergen. Revistas diversitas – Perspectivas en Psicología. 6 (1), p. 37 – 49.
Pifias.