La influencia se ha desvanecido, se ha escabullido a un lugar recóndito regido por algoritmos, aplicaciones y programadores; un entorno en donde, por su propia particularidad relacional, Hitler hubiera cedido su lugar a la fuerza de las conexiones, a la importancia del vínculo con el otro. La fórmula es simple, si agredo al otro me estoy agrediendo a mí, la fuerza radica en la conectividad, mas no en la autonomía. No más individualidades virtuosas, no más líderes marcados por nacimiento, no más autoridad conseguida por un linaje real, y definitivamente, no más reyes de la jungla. Metamorfosis de la influencia: ahora, para influir, debemos pensar como pescadores, entre más alcance tenga nuestra red, más peces (influencia) generaremos. No hay vuelta atrás, para constituirnos como una autoridad debemos mutar en seres reticulares. Ha iniciado el imperio de la urdimbre, y Klout es un ejemplo de ello.
Según la revista Wired, la empresa de San Francisco denominada Klout ha comenzado a infiltrarse en el ámbito mercantil y laboral. Una evidencia de este fenómeno es que las empresas han comenzado a darle importancia al índice que esta herramienta arroja, al grado que algunas tiendas de prestigio ya piensan utilizar el “Klout score” para conceder descuentos, atenciones especiales y regalías u obsequios a los clientes que cuenten con un porcentaje alto. No obstante, aquí surge una pregunta, ¿qué es Klout?, o mejor dicho, ¿qué es lo que mide el susodicho instrumento?
Muy simple, Klout es una herramienta que posibilita medir la influencia que generamos en las redes sociales. Todo esto es posible gracias a distintos algoritmos que evalúan la cantidad de amigos, seguidores o fans que poseemos en nuestros perfiles de Facebook, Twitter, Linked In, entre otros. Pero no sólo eso, también el cálculo toma en cuenta las distintas interacciones o conversaciones que producimos, y por supuesto, la difusión y el alcance de nuestros mensajes en la Red (retweets, comentarios, likes). La ventaja es que el mismo programa nos permite enlazar nuestras cuentas sociales para que se construya el número de influencia que emanamos en conjunto.
En suma, podemos decir que Klout construye un score de nuestro rendimiento en función a tres variables: 1) el alcance, que tiene que ver con la cantidad de personas que reaccionan a nuestros mensajes publicados; 2) la difusión, que nos indica la cantidad de enlaces que genera nuestra participación en la Web; y 3) la importancia de nuestros seguidores en donde la premisa es la siguiente: si nos relacionamos con personas influyentes, es más probable que nuestras publicaciones se expandan de página en página; el índice de influencia es proporcional al número de personas influyentes que se relacionen con nosotros.
Todo el mundo tiene un Klout score, unos lo saben otros no, qué más da. Sin embargo, según Stevenson (2012), la tendencia es que las compañías, y el mundo entero, tomen en cuenta el índice que esta herramienta arroja. Se supone que si nuestro Klout es igual a cero no existimos, por eso toca preocuparnos por extendernos en forma de red, es decir, por interactuar en la Web pensando en las repercusiones de nuestros mensajes y nuestras interacciones. La dinámica es sencilla: una serie de publicaciones brillantes (con sus respectivas conexiones) nos puede catapultar al estrellato, y en cambio, un comentario en falso (junto con pésimas relaciones) nos llevará a la perdición en el mundo de la desconexión; ese mundo que a Hitler le funcionó en la era de la comunicación masiva para convertirse en un ídolo.
Antropomedia
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Referencias.
Stevenson, S. (2012). What your Klout Score Really Means? Wired. April. http://www.wired.com/business/2012/04/ff_klout/all/