El imperio textual: la forma de comunicación virtual

Una idea. Un argumento que expone esa idea.

Una idea. Un argumento que expone esa idea. Ciertas palabras articuladas con otras, que después de distintos signos de puntuación se vinculan con otra serie, y así sucesivamente hasta que al escritor o parlante se le ocurra parar, o en el caso extremo, que alguien lo calle. Relevancia del lenguaje: vivimos en un mundo en donde las personas se la pasan hablando, comunicándose, platicando, chismeando, escribiendo, recordando narrativamente, leyendo, en suma, intentando darle un orden lingüístico al mundo en el que se encuentran. En efecto, somos seres parlantes, y por ende, vivimos en y por la dimensión discursiva. 

Sin embargo, generalmente nos cuesta trabajo entender el efecto subrepticio de las palabras, de manera que ignoramos fervientemente su participación en la consolidación, construcción y reconstrucción de la realidad. En un tono más académico, podemos puntualizar que lo que se nos olvida es que el lenguaje no sólo describe al mundo, sino, más bien, también actúa en la realidad, al grado que la modifica y le asigna una forma para entenderla. Un ejemplo de ello, es el lenguaje de índole cientificista, ese discurso que hace que todo sea natural e independiente de nosotros, como si algún ser supremo dotara los tecnicismos de una cualidad no humana. La jerga científica es tan técnica que produce un espejismo: parece que el que está hablando es una máquina, un objeto, un hecho, y no los encargados (humanos) de escribir los documentos o reportes experimentales. 

Ahora bien, en la era del Internet resulta que la realidad se construye en su mayoría en el reino de lo textual, lo que produce que exista una especie de impedimento para ver el gesto del otro en la conversación (lenguaje no verbal). Si lo pensamos, en buena medida las relaciones en los medios sociales, principalmente en Facebook y Twitter, están sustentadas por una plataforma icónica-textual. Los cibernautas -a través de la escritura- publican, comparten y discuten sus puntos de vista, su historia biográfica, sus gustos personales, los lugares en los que se encuentran, y de vez en cuando, frases o citatorios de autores y personajes históricos que ni ellos mismos conocen. Y aunque de repente, existen ciertas mediaciones que emulan a las interacciones cara a cara (skype es el más conocido), la mayoría siguen operando en la lógica de las palabras, los signos y los íconos. 

Pese a estas limitaciones, actualmente la barrera offline/online ha sido transgredida. La web construye lazos, amistades, enemistades, campañas publicitarias, grupos, consumidores compulsivos y valores que son relevantes en la vida de las personas. No hay nada que decir, la importancia que se le da a los medios sociales es evidente: ya existen funciones para delimitar y prevenir los comentarios y fotos en donde uno está involucrado, porque existe la posibilidad de que nuestro jefe vea la foto del día de ayer, cuando estábamos brindando por la boda de un amigo en un estado inadecuado. Miedo cíber-social: por ahí dicen que a un empleado, por demostrar una parte de su ser que no correspondía con los valores de la empresa, lo despidieron. 

En la Red el lenguaje ha sido reducido, el texto y las fotos son nuestra carta de presentación hacia los demás, son los dos elementos que configuran y le dan sentido a nuestra vida actual. Ahora, ya no existe esta relación gesto-cara que producía que quienes se encontraban a nuestro alrededor no se enfocaran tanto en las palabras sino en los ojos perdidos, la ceja fruncida y los mil movimientos manuales que hace una persona por minuto cuando habla con otra. En lo virtual lo textual y lo icónico han adquirido un peso enorme, son los medios principales por el que construimos una percepción sobre los demás y nosotros mismos. De ahí que si queremos explicarnos bien, hay que empeñarnos en ser muy específicos en nuestras publicaciones, y en el caso de que queramos introducir lo no verbal en esta dimensión textual, le podemos hacer como los adolescentes: modificar el “hola” por el “H0o0o0laaAp” u “holaaaaaaaaa”, puede que sólo así la otra persona entenderá nuestra emoción por verla conectada.     

Luis Jaime González Gil 
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia 
Email: luisjaime@antropomedia.com  

Referencias 

  • Austin, J. (1982) Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós. 
  • Gergen, K. (1996). Realidades y Relaciones: aproximaciones a la construcción social. Barcelona: Paidós. 
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