Jorge Luis Borges, en su cuento “La Biblioteca de Babel”, nos expone de manera detallada un lugar infinito que bien podría ser considerado más un ente de características temporales que espaciales. La compleja arquitectura que describe el autor da pie para que nos imaginemos un lugar interminable en todo su esplendor. En ella, no hay salidas ni entradas, ni principios ni finales, la biblioteca es una secuencia interminable de anaqueles de madera, de barandales, de escaleras, de libros nuevos y viejos, de páginas enumeradas, de frases, de veintidós letras ordenadas de forma distinta, de innumerables datos, y por ende, de conocimientos, sabidurías y aprendizajes comunes que han sido escritos y creados a lo largo de la humanidad.
Ahora bien, siendo concretos, podríamos pensar que la biblioteca de Babel, por sus características infinitas, es una especie de metáfora que describe ciertos elementos como el universo, el tiempo, la literatura, la historia, la vida; aspectos que Borges trataba de plasmar bajo la ficción en todas sus obras literarias. No obstante, siendo un poco más informáticos o virtuales, es posible que extrapolemos esta visión borgiana al mundo y la cultura creada en y por el Internet. Sólo hay que hacer la siguiente analogía.
Al igual que el tiempo, la Web es una dimensión online perpetua que intentamos definir a partir de categorías ordenadas y limitadas. Las horas, los minutos y los segundos del reloj, son indicadores que utilizamos para definir cronológicamente este aspecto de la vida (el tiempo) que tiene la particularidad de ser ilimitado. En el caso del Internet, los motores de búsqueda, los algoritmos y la configuración de la arquitectura-web son las formas con las que le otorgamos un orden a la interminable cantidad de datos del cíber-espacio. De esta forma, pareciera que conceptualmente necesitamos construir un orden finito y establecido, tal como un esquema, para entender ciertos aspectos que se encuentran a nuestro alrededor, a pesar de que su naturaleza sea infinita.
Lamentablemente, en esta misma línea (que piensa al mundo desde lo definido) algunos netnógrafos asumen, de forma radical, que es posible establecer todo lo que acontece en el mundo online, y soberbiamente se llaman a sí mismos “gurús” o “expertos-web”, como si el mundo de las redes fuera finito, y por ende, posible de interpretarse en su totalidad. Incluso, hay quienes creen que el cíber-espacio está delimitado por las primeras páginas que nos muestran los motores de búsqueda, e inclusive por los datos en formato de texto, imagen o video que aparecen únicamente en el monitor del smartphone, laptop o computadora tradicional.
El resultado de esta lógica es 1) la fragmentación del universo de estudio sin un criterio válido y 2) la omisión de un elemento que participa en la construcción de los contenidos virtuales: la vida offline. Por un lado, pensando en lo finito, minamos los datos mediante programas que priorizan la información de manera automática o a través palabras clave que previamente elegimos en una junta de equipo; olvidando que lo que aparece mediante las extracción mecánica no siempre lo abarca todo, ni es lo más valioso, y sobre todo, que las palabras clave sin un pre-análisis recortan drásticamente lo que analizamos.
Y por otro, nos centramos únicamente en los comentarios y publicaciones que los cibernautas cuelgan en sus perfiles; al grado que ignoramos una cuestión elemental: la cíber-realidad es inherente a la vida cotidiana (fuera de la pantalla) de las personas. El contexto tradicional participa en el sentido que los internautas le otorgan a Internet. No es lo mismo una persona que se conecta en un pueblo a una que utiliza el internet para trabajar en una ciudad, la diferencia la marca el entorno en el que viven los individuos.
Aniquilemos la soberbia e inocencia en la investigación netnográfica utilizando la metáfora del universo borgiano: pensemos la realidad online como la biblioteca de Babel, en donde, para estudiarla es importante que la consideremos perpetua e interminable. No seamos ingenuos delimitando el campo (blogs, sitios-web, grupos en línea, participantes) antes de comenzar a comprender el entorno e inmiscuirnos en el objeto de estudio. Seamos conscientes de que como netnográfos nunca lo sabremos todo, el espacio virtual es infinito, todo hallazgo es contextual, y definitivamente, los que tienen las respuestas a cualquier cuestionamiento son los usuarios de la red (de ellos el investigador aprende); no existe el conocimiento total, ni los gurús cibernéticos, estas ideas son simplemente falacias bien explotadas por las empresas dedicadas a la investigación de mercados.
Es necesario que tengamos en cuenta que Internet toma forma en y por las prácticas cotidianas que no podemos presenciar en la pantalla, sino en la calle, ese sitio que está fuera del cíber-espacio. Hay que buscar lo inesperado: dejarse asombrar por las comunidades virtuales, siempre tomando en cuenta el contexto no virtual de los participantes, y no construir hipótesis o prejuicios deterministas antes de comenzar la exploración off y online.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Borges, J. L. (1956). Ficciones.Buenos Aires: Emecé Editores.