Durante nuestro existir resulta que todos tenemos problemas, frase que lamentablemente es muy difícil que neguemos. Por alguna misteriosa razón, no podemos vivir sin estar constantemente resolviendo alguna cuestión financiera, personal, emocional, entre otras diversas opciones. Situaciones que la mayoría de las veces nos sobrepasan (al no poder resolverlas), e inevitablemente nos afectan o alteran. El estrés producido por el trabajo, la depresión por una rompimiento inesperado -o esperado- con la persona que pensábamos que era la indicada, la ansiedad generada por la incertidumbre de lo que nos espera en un futuro, o simplemente la tristeza por no conseguir la meta propuesta en el trabajo, son sólo algunos ejemplos de los efectos que tienen los acontecimientos al encarnarse en nosotros, e igualmente, de los conceptos que utilizamos para definir las distintas reacciones psicosomáticas de los individuos.
Pero no nos preocupemos, en esta sociedad capitalista, en donde todo problema tiene una solución, existe un ser que hemos construido para diagnosticar y solucionar las distintas enfermedades, perversiones o problemas casuales que generamos en el acontecer de los días. El psicólogo, ser considerado como un mago por el imaginario colectivo, es el indicado para escuchar a las personas y remediarlas; así como el mecánico repara los carros o el doctor cura el organismo. De cierta forma, este personaje tiene las herramientas que le permiten evaluar los problemas individuales, y de una vez por todas curar a la persona que tiene enfrente gracias a su talento secreto.
Construcción de una posición o jerarquía en la sociedad. Tal como los doctores, psiquiatras, mecánicos, ingenieros, pensamos al psicólogo desde la figura del especialista. Hecho que implica dos cosas: primero, que los profesionistas estén en búsqueda de ciertas herramientas conceptuales objetivas desde un único paradigma interpretativo, desprestigiando otras posturas que digan lo contrario o argumentos distintos; y segundo, que el lugar del psicólogo sea la de un experto o autoridad que posee los conocimientos trascendentales sobre la disfunción y la cura, al extremo que la participación del paciente es nula en torno al diagnóstico y determinación del problema. Finalmente el que tiene la razón es el psicólogo, el cliente tiene que escuchar y asimilar, sin ningún cuestionamiento, lo que el profesional indica.
Sin embargo, esto no es compartido por todas los paradigmas epistemológicos. Ciertos autores, de índole construccionista, argumentan que el estilo jerárquico produce muchas limitaciones en el análisis del problema al no integrar la visión del cliente o paciente. Asimismo, comentan que la pretensión de pulir los fundamentos epistémicos-metodológicos produce tantas diferencias entre las escuelas terapéuticas que lo único que queda es el debate no colaborativo. Se forman una especie de bunkers por perspectiva: psicoanalistas, conductistas, sistémicos, humanistas pelean entre sí para demostrar como su método es el más apegado a la realidad, y tiene mejores resultados. No existe la pretensión de un trabajo asociativo. La psicología se fragmenta, y numerosos psicólogos ignoran ideas realmente interesantes que pueden contribuir adecuadamente en el ejercicio de su profesión.
Para remediar estos inconvenientes, asumamos la siguiente propuesta. Pensemos la psicología no por secciones separadas, seamos flexibles e iniciemos una psicología desde el debate entre las distintas escuelas epistemológicas que tratan de entender al ser humano. Dejemos la metáfora de la guerra, y como psicólogos, pensemos en las cualidades y alcances que tienen las otras posturas clínicas. Asimismo, y no menos importante, hay que generar otro tipo de relación con el paciente. La interpretación del problema debe ser el resultado del diálogo entre el cliente y terapeuta, y esto no significa que el psicólogo no sirva para nada, sino que su valor está en el saber cómo y no en el saber qué, en su fluidez dentro de la relación, en su capacidad de participar en la creación de futuros nuevos (Gergen y Warhus, 2003).
En ambos casos se trata de una visión desde la colaboración, de una forma de involucrar múltiples voces en el trabajo. El reto continúa, construyamos una visión terapéutica atractiva que pueda trascender las barreras actuales para solventar, desde prácticas innovadoras, una situación inherente a la sociedad: los problemas de carácter humano.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Gergen, K. (2006). Construir la realidad: el futuro de la psicoterapia. Barcelona: Paidós.
Gergen, K. Y Warhus, L. (2003). La Terapia como una Construcción Social. Dimensiones, Deliberaciones y Divergencias. Disponible en línea: http://www.swarthmore.edu/academics/kenneth-j-gergen.xml?id=manu18.
Selvini, M. (1996). El mago sin magia: cómo cambiar la situación paradójica del psicólogo en la escuela. Barcelona: Paidós Educador.