Te agrego al Facebook, aceptas mi invitación; resultado: somos amigos cibernéticos. Poco después, salimos un par de ocasiones: un día concurrimos al café de la esquina de tu casa, y de ahí partimos al cine a ver la película, ésa de la que todos hablan. Y el otro, aprovechando que es fin de semana, nos situamos en un bar, tú, yo, mis amigos y tus amigos. El tiempo se consume, y entre la cerveza, la cafeína, las palomitas del cine, y todos esos momentos que pasamos juntos, nos damos cuenta que somos el uno para el otro, y por ende, la relación se consolida (ahora somos novios). Acción inmediata: modificamos nuestro perfil notificando que ya no somos solteros (prueba de nuestro amor puro).
Pasado el tiempo, ya cuando nuestra correspondencia no es tan fructífera, nos peleamos y decidimos no seguir más. Acciones online que se desprenden de este acto. Cortamos: me bloqueas. Nos reconciliamos: me desbloqueas. Nos volvemos a pelear: me bloqueas y eliminas. Te arrepientes de eliminarme: me invitas a ser tu amigo, y me mandas un mensaje (o inbox) pidiéndome perdón por haberme borrado; y así hasta que el destino nos separe o vincula de una vez por todas.
En forma de caricatura se ha intentado describir la nueva dinámica que genera la llegada de los medios sociales en las relaciones afectivas. Éstos se han introducido de manera abrupta en la privacidad y vida de las personas, al grado que hay quien todo lo que le ocurre lo cuelga a la red. Radicalizando un poco, es probable que si existiese la opción “peleadoconminovia” o “conmisamigastirandolaspenasporminovio”, éstas se utilizarían a menudo por las nuevas generaciones (ahora denominadas como “nativas digitales”).
En este sentido, es interesante presenciar cómo los lazos humanos se han vuelto un producto público debido a la práctica común de exponer constantemente el estado actual en las plataformas online. De cierto modo una zona que antes se considerada privada (la relación afectiva) ha ido mutando o difuminándose en lo público: antes uno podía enterarse del rompimiento de una pareja meses después del acontecimiento; ahora únicamente se tiene que ver el estado actual de un usuario para ver, tal como en un catálogo, si éste se encuentra disponible, o en el caso contrario, enamorado profundamente de su alma gemela.
La era del “digital love” ha iniciado: podría decirse que a causa del internet en su modalidad 2.0, la intimidad está corriendo a una velocidad impresionante de perfil a perfil. La relación de pareja se ha convertido en un ente público salvaje, de modo que los perfiles son una especie de extensión informativa ilimitada del pensar, sentir y estar de los sujetos. Incluso ya existen investigaciones que hablan acerca del comportamiento colectivo en las interacciones humanas: los resultados mencionan que en la época del spring break y antes de las fiestas navideñas las rupturas sentimentales incrementan, mientras que en navidad el número baja considerablemente. Asimismo se llega a la conclusión de que los lunes son los días preferidos para terminar un vínculo, o por lo menos, para notificar que ya se es soltero (la siguiente gráfica muestra el estudio).
Ojo, en este cíber-período se están construyendo frecuentemente historias de vida que pueden ser analizadas para cualquier efecto deseado. En específico, no suena nada descabellado pensar que en un futuro no muy lejano los cibernautas analicen los perfiles de sus futuros pretendientes para decidir si vale la pena o no continuar por ese camino, reconociendo quiénes fueron sus exes, en qué contexto cortaron la relación y vislumbrando los intereses y perspectivas de vida del usuario. Es de pensarse: la vida amorosa se está entretejiendo públicamente en los medios sociales, y esto puede tener un efecto impresionante en la sociedad. Mientras siga esta dinámica de exponer desenfrenadamente los sentimientos por los demás y los estados actuales, la información de los perfiles podrá convertirse en datos, en conocimiento, y sobre todo, en momentos públicos que son propiedad de la colectividad, mas no de la pareja.
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