La arquitectura web es ingenua, o por lo menos los diseñadores o marketeros que asumen inocentemente que captarán totalmente la atención de los usuarios y sembrarán de manera efectiva su idea a través de los contenidos, las palabras clave, las imágenes y la ruta de navegación del sitio-web que dominan. El problema en este esquema de pensamiento radica en la concepción de las relaciones de poder: se sigue viendo la relación entre la producción y el consumo (de bienes y significados) unilateralmente, como si las personas fueran zombis que reproducen y asimilan sin resistencia lo que se les propone en los canales online; y se olvida, en todo momento, las armas subrepticias que toda persona posee cuando consume un producto impuesto: la interpretación y el uso que le otorga a ese objeto tangible o intangible.
Que quede claro: el consumidor no es un ser ingenuo, no es un cuerpo dócil y sumiso que se atraganta todo lo que los community managers (y compañía) publican en la red modalidad 2.0, éste tiene cierta capacidad de ejercer su postura, de transgredir el orden establecido mediante acciones silenciosas, sigilosas, precavidas e imperceptibles. En otras palabras, se puede argumentar que en todos los procesos de navegación online, los usuarios no están ingiriendo abruptamente la información colgada; más bien, están decodificándola, al reinterpretar el texto que está ante sus ojos desde una perspectiva apegada a sus intereses y valores construidos colectivamente.
Para entender esto, viene bien retomar a De Certeau, un filósofo e historiador que aborda la situación de las relaciones del poder desde un análisis sobre las microresistencias (tácticas les llama) que se generan en la vida diaria, específicamente ahí en las prácticas cotidianas denominadas como “artes de hacer”. Para el autor, las personas dominadas (o consumidoras) tienen un cierto margen para resistir el orden impuesto mediante el uso táctico de los objetos, los rituales, la información y las creencias que se les asignan de manera tajante en su vida. Es decir, el sujeto, a través de escamoteos silenciosos, astutos e inteligentes, puede jugar con lo establecido sin tener que llevarle forzosamente la contra al sistema.
En el mundo cibernético (y su arquitectura e información impuesta) pasa exactamente lo mismo. Por más que las personas que se dedican estratégicamente a construir las rutas de navegación de las páginas web y a exponer una versión única de una empresa, acontecimiento o noticia; siempre habrá una brecha, o mejor dicho, un vació en el plan original aprovechado tácticamente por los usuarios. Finalmente, existe esta astucia en las artes de hacer que permite que se tergiverse, sobreinterprete, o simplemente se modifique lo que se presenta en el monitor del ordenador.
Muerte del consumidor. Pensemos en el prosumidor: el consumo y la producción no son excluyentes: las personas que entran a un sitio-web no sólo están absorbiendo los contenidos que aparecen, también están produciendo nuevos significados para comprender lo que se les está mostrando. Recomendación: si se quiere adentrar al mundo de la creación de contenidos y arquitectura-web, no hay que olvidar la importancia de las prácticas de los cibernautas. Es en su hacer, en la performatividad de lo cotidiano, en donde se pueden re-significar los acuerdos colectivos hegemónicos impuestos por un grupo que ejerce el poder (en este caso son los community managers o informáticos).
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano.México: Universidad Iberoamericana.
