La sociedad descrita por George Orwell en su libro “1984” da para que reflexionemos sobre el fenómeno de la vigilancia en Internet en demasía. Sólo pensémoslo, pareciera que, gracias a las tecnologías de información y comunicación (TIC), hoy somos más libres que nunca ya que podemos movernos a donde queramos, expresar cualquier comentario acerca de la temática que esté en discusión, viajar por el mundo (por lo menos mediante la navegación online), conocer nuevas culturas, vestirnos cómo se nos plazca, entre muchas otras cosas que se supone que antes se prohibían, o por lo menos no eran tan abiertamente permitidas.
Ahora bien, dentro de este engranaje de libertad, Internet funge como un conjunto de cíber-sitios de emancipación. Generosamente esta plataforma de redes nos permite navegar y conocer lo que queramos; además de posibilitar que expresemos nuestros pensamientos y deseos sin ningún tipo de freno disciplinario. Inclusive, últimamente hay autores, civiles e intelectuales que defienden, sin pensarlo dos veces, esta lógica y dinámica de apertura y colaboración que nos ofrecen los canales online, generando así una especie de cíber-sociedad en donde todos tienen voz y voto.
Sin embargo, la situación no es tan optimista como parece. Así como en el cuento de Orwell, Internet no está tan alejado de esta lógica de vigilancia. Recordemos esta historia ficticia de carácter político para ejemplificar esta idea: a lo largo de sus 255 páginas se describe una nación, en la cual, las personas estaban sometidas a un mecanismo de vigilancia estilo panóptico: 1) tele-pantallas para registrar los movimientos y los sonidos de toda la ciudad; 2) creación de una semana del odio hacia el enemigo público (esto para legitimar un único odio, y al mismo tiempo, analizar la manera en que los ciudadanos estaban de acuerdo con el plan establecido por el Partido); 3) producción ideológica de supervisores de todas las edades (hasta un niño podía acusar a sus padres para que fueran castigados); 4) construcción de una historia nacional apegada a los intereses de los vigilantes; 5) e implantación de terror mediante actos punitivos que desaparecían o mataban públicamente a los individuos que cometían un acto en contra del sistema. No había salida: quienes se encontraban insertos en este lugar, todo el tiempo debían estar de acuerdo con su vida cotidiana, y principalmente, con los ideales del “Gran Hermano”: figura máxima con la que se representaba la ideología panóptica del Partido.
En la web pasa algo similar, pero la distinción la marca el movimiento de los usuarios. No es que seamos más libres con la llegada de Internet, sino que esta forma descrita por Orwell de gobernar y vigilar ha evolucionado: se hace mediante las actividades voluntarias de los usuarios. En este sentido, ya no tratamos de disciplinar mediante el castigo, el terror, el ejercicio y el encierro, ni tenemos que controlar el tiempo y el espacio para ser efectivos. El panóptico de Foucault ha sido superado: el foco u objetivo deja de ser el cuerpo o conocimiento que se logra mediante un trabajo disciplinario preestablecido. Y la cuestión está en la implementación de una vigilancia que codifique las acciones movedizas de los individuos mediante chips, rutas de navegación, cookies, entre otros. Son los usuarios los que a través de sus clicks, visitas a sitios web y compras online, generan un saber que puede ser implementado para controlar a las poblaciones.
Todo un espejismo de emancipación. Parece que la sensación de libertad en el fondo contiene una cadena invisible y elástica que nos fija inexorablemente al sistema u orden imperante. De la misma manera que la web nos permite hacer un sinfín de actividades -que antes no se podían hacer-, también nos ancla a un sistema o forma de vida que tiene la característica de mutar conforme analiza nuestras acciones. Más claro: el control abierto y continuo permite que el movimiento deje de ser un problema; a medida que navegamos por los sitios-web y medios sociales, estamos generando información que alimenta y posibilita la metamorfosis del régimen en el que nos encontramos día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Inteligencia y gobierno movedizo: el “Gran Hermano” ha evolucionado. Insisto, seamos cautos, la libertad cibernética no es lo que parece, debemos reflexionar más sobre nuestros actos en la red.
Antropomedia
Email: exploramos@antropomedia.com
Referencias
- Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI.
- Tirado, F. y Domènech, M. (2007) Lo social y lo virtual. Nuevas formas de control y transformación social. Barcelona: Editorial UOC
- Orwell, G. (2009). 1984. Distrito Federal: Grupo Editorial Tomo.