Hace mucho tiempo que el ciberespacio ya no es ese lugar que antes conocíamos, aquel del Messenger, el ICQ y Latin-chat, ahora ha mutado hacia el reino de los “social media” y todas sus múltiples derivaciones interactivas. Fenómeno que ha reconfigurado la estructura cibernética actual -y las dinámicas que se generan en ella- a partir de la interactividad gamificable e inmediata. Hagamos un recuento somero: está el primerizo Myspace, después el Facebook, más allá el micro-blog Twitter o el canal de videos denominado Youtube, por ahí está el Skype, además de los últimos inventos Google+, el Pinterest, y muchos otros más.
De hecho, poco a poco, todas estas plataformas han creado una especie de fanatismo multitudinario, de modo que ya son parte inherente de nuestras vidas. En ellos exponemos nuestros pensamientos, ideas, logros, momentos y, simultáneamente, reconocemos y nos enteramos de los demás. En palabras más precisas, este conglomerado de ágoras virtuales ha llegado a calmar nuestras ansías o necesidades de enterarnos de nuestro entorno de manera inmediata. Es re-sencillo: para llegar a este estado de conciencia únicamente tenemos que abrir una cuenta, agregar a nuestros amigos que tenemos en la vida offline, y con sólo eso estaremos informados de las acciones de los demás, o como dirían los antropólogos digitales, de las tribus online que nos rodean y apreciamos.
Sin embargo, a pesar de la exaltación y auge abrupto que han tenido estos medios online -que de por sí se escuchan por todos lados- es increíblemente que todavía sigan prevaleciendo algunos terrenos online que hoy por hoy parecían inhóspitos, o al menos pasados de moda. Comparándolo con los cíber-sitios anteriormente comentados, el chat es una plataforma virtual primitiva, arcaica, supuestamente abandonada, en donde se reúnen un sinfín de personas buscando charlar de manera desordenada con una comunidad que esté interesada en los mismos temas.
En este sentido, es impresionante que a pesar de la tendencia global informática, estas plataformas, tales como ICQ y Latin-chat, sigan prevaleciendo y utilizándose en la web, e incluso inmiscuyéndose, desde la modalidad uno a uno, en los terrenos de los “social media” (Facebook-chat, g-talk) o desde una modalidad abierta (diez personas hablando al mismo tiempo) en los canales streaming como un aditamento de expresión colectiva que genera interés en los usuarios.
Ahora bien, desde un punto netnográfico, los chats pueden ser una mina de oro para la investigación social. No es nada nuevo: todos los días en los chats emitimos opiniones y posicionamientos que pueden ser analizados en función de cualquier objetivo. Podríamos decir que son los nuevos “focus group”, con la diferencia de que la información obtenida surge de forma natural debido a que ahí comentamos, debatimos y discutimos distintas temáticas a nivel global sin tener un moderador o guía que condicione el curso de la conversación o nuestras respuestas.
El reino de los chats no ha muerto, al contrario, éste coexiste con el reinado “social media” aportando, día a día, una cantidad de datos que podemos analizar de manera adecuada. La oportunidad está abierta, es cuestión de que aprendamos a analizar estas tarimas online veteranas para entender un poco más las dinámicas virtuales actuales. Como primer paso, no está de más que pensemos muy bien el sobrenombre que utilizaremos para interactuar como investigadores. Un cíber-apodo no bien pensado (@investigadorsocial) puede alterar las interacciones que se presentan en estos canales (los chateros se sentirán investigados y vigilados). Cumpliendo con esto el camino está abierto, solamente tenemos que ingresar a este mundo aparentemente abandonado, y tal como los marineros de épocas remotas, iniciar la búsqueda hacia nuevos terrenos y aprendizajes.
Antropomedia
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Referencias
Ardèvol, E., Bertrán, M., Callén, B. & Pérez, C. (2003). Etnografía virtualizada: la observación participante y la entrevista semiestructurada en línea. Athenea Digital, (3) 72-92. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=53700305