Como psicólogos, antropólogos y sociólogos estamos bajo el influjo de Gauss, o mejor dicho, de su campana o distribución normal. Y es que pareciera que a medida que la filosofía inspirada en la lógica cartesiana se instituyó como el marco de pensamiento a seguir, los científicos sociales básicamente nos hemos dedicado a estudiar lo anormal, es decir, a entender y explicar en su totalidad lo que sale de la norma gaussiana. Invención epistémica desde la comparación normativa: desde hace un tiempo la desviación, la patología y el error son los blancos principales que estudian las disciplinas humanas.
Ejemplos sobran. No es coincidencia que los estudios de la antropología -en su mayoría- estuvieran dirigidos únicamente a comprender a las tribus que estaban fuera del marco capitalista o industrial. Los antropólogos no estudiaban las dinámicas citadinas, ni a los empresarios, ni a las personas que vivían bajo los cánones del capital y el trabajo. Éstos iban a lo extraño, a las tribus que vivían en lugares inhóspitos, no modernos, allá en las islas Trobriand donde Malinowski visitó, interactuó y comprendió a los nativos o argonautas.
Al igual, en la psicología existen proliferádamente diversos test psicométricos cuyo fin es determinar quién está dentro o fuera de la norma. Incluso, la terapia es el vivo ejemplo de que esta disciplina busca establecer los grados de desviación. Los términos que utilizan los psicoterapeutas para designar lo que le ocurre al paciente, están cargados de una connotación negativa o patológica (represión, neurosis, psicosis, entre otros), de manera que la psicopatología, los diagnósticos y el DSM (en todas sus versiones) regulan la manera de entender la psique humana. En síntesis, los sujetos son definidos y calificados en relación a la norma establecida, ya sea de forma estadística, por medio de prescripción o por un análisis terapéutico.
El trasfondo de todo este pensamiento es que asumimos la idea de que lo verdadero y lo racional no requieren de explicación. Sólo el error, lo falso o lo irracional necesitan de una justificación (Vitores y Domènech, 2007). En el caso de la antropología esto lo traducimos en no indagar a las personas que viven bajo las normas citadinas-capitalistas. Y en la psicología podemos ver cómo la mayoría de las investigaciones que realizamos están circunscritas en minorías: instituciones penitenciarias, psiquiátricos, asilos, albergues, cuestiones de género, entre otros.
Triunfo de la mayoría y deseo subrepticio de la extinción de la minoría. Si leemos entrelíneas el párrafo anterior, es evidente que al no investigar a las personas citadinas o los grupos mayoritarios, estamos asumiendo que son parte de lo ejemplar, del modelo a seguir, y sobre todo, de lo natural.
Cuestión atenuante. Hay una especie de implantación de la estadística y la ciencia para efectos de dominación: si entendemos la norma como un producto natural -y no como el resultante de operaciones estadísticas desprendidas de condicionamientos y criterios humanos- estamos dibujando una línea inquebrantable que separa el mundo en dos (lo normal y lo anormal); y hay de quien termine en el marco de la anormalidad, de seguro estará medicado, controlado y bajo estudio por toda su vida, sin lugar a objeción alguna.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Vitores, Anna & Domènech¸ Miquel (2007). Tecnología y poder. Un análisis foucaultiano de los discursos acerca de la monitorización electrónica. Forum Qualitative Sozialforschung/Forum: Qualitative Social Research, 8(2), Art. 2.