La enseñanza, en su forma más tradicional, ha comenzado a cambiar un poco gracias a las tecnologías actuales insertas en lo dinámico e interactivo. Ese lugar estático y silencioso, en donde, de un lado, se encuentra un profesor que habla y da catedra sobre el conocimiento que ha adquirido a lo largo de los años, y del otro, un alumno: personaje que su tarea consiste en estar sentado, escuchando, y anotando todas las palabras que emite ese ser con credenciales académicas, comienza a desdibujarse, y en definitiva, a ser reemplazado por otras formas de aprendizaje que invitan más a la interacción y la coparticipación de los implicados en el proceso educativo.
Nada nuevo, este fenómeno ocurre desde hace tiempo y es sumamente visible en muchos de los sistemas educativos actuales. Los alumnos ya participan en la construcción de clases, demandando que sean más dinámicas y permitan su participación: se exponen los temas que se vieron en clase por lo aprendices; se cambian cronogramas para que las temáticas sean expuestas mediante dinámicas que tienen como objetivo la interpretación de los conceptos desde la propia experiencia; se realizan competencias para desarrollar no sólo el conocimiento de los contenidos, sino también las aptitudes y habilidades sociales. En fin, comienza a desdibujarse un poco la figura del maestro, y de entrada, éste toma la forma del guía, copartícipe, o acompañante en el camino del aprendizaje.
Sin embargo, con la llegada del Internet y su lógica interactiva y de cooperación, las cosas se han acelerado más: parece que esta forma de interactuar ha producido que las nuevas generaciones (denominadas nativos digitales) no soporten la idea de estar en un lugar sin hablar y realizar ningún movimiento. Al estar tan adentradas en su cotidianeidad, las nuevas tecnologías los han acostumbrado a nuevas formas activas de entender y vivir el aprendizaje. Incluso hay quien argumenta que las nuevas generaciones ya retienen menos contenidos en su cabeza, sino, sólo rutas de navegación. Así el niño no sabe qué significa determinado concepto, pero seguramente recuerda cómo encontrarlo y en qué sitio-web está la definición más completa. Retención del camino, mas no del lugar.
Asimismo, con todos los cursos online que están ya disponibles en la web de forma gratuita, hoy ya no es necesario estar en un lugar determinado para formarse profesionalmente; uno sólo tiene que encender su monitor y, bajo el tiempo que se desee, tomar la clase o curso online que se necesite. En este sentido, parece que, tarde o temprano, se podrá realizar cualquier actividad profesional bajo la tutela de cursos o tutoriales online, semejante a lo que hacían los personajes de la película de Matrix al aprender cómo pilotear un helicóptero mediante inserciones cibernéticas.
Y no sólo eso, académicamente esto ya comienza a posicionarse y legitimarse. Muchas de las universidades ya validan ciertos cursos o tópicos que se aprenden bajo estas plataformas de educación virtual que encabeza Coursera. Por su parte, Wikipedia ya está en la mira de los académicos: hay todo un debate por incorporar en los estudios científicos o tesis doctorales referencias de esta página-web que compila un conocimiento colectivo.
La educación en su modalidad online está incorporándose poco a poco en las sociedades actuales produciendo nuevas oportunidades de aprendizaje. Uno puede ignorar este fenómeno, pero eso implicaría desaprovechar muchas nuevas herramientas que permiten la reorganización estructural de la educación, convirtiéndola más en un proceso colectivo que en esfuerzos aislados e individuales. Lo ideal sería comenzar a pensar en la convergencia de lo tradicional con lo virtual, del aprendizaje privado con el público, es decir, de aprovechar este hecho para complementar lo que surge en las aulas con los cíber-espacios de discusión académica.