Dos bandos (entre muchos) que en las últimas décadas tratan de entender y comprender la actualidad: “estructuralistas” y “post-estructuralistas”. En cuanto a los primeros, la balanza explicativa se inclina abruptamente hacia un concepto clave: “estructura”. De tal forma, estos autores consideran que lo trascendental no se encuentra ni en la experiencia, ni en el sujeto en sí mismo (éste es marginado de la operación analítica); toda conclusión de las sociedades tiene que ver con una estructura social que determina, a mayor o menor grado, lo que un individuo (o un grupo de individuos) puede pensar, saber, decir y conocer.
La pregunta, así, se dirige a “qué estructura se tiene aquí”, o en otras palabras, a reconocer de manera profunda las características del cimiento social que sostiene a la sociedad; para así, después del diagnóstico, intervenir en la realidad desde un reconocimiento conceptual del esqueleto o estructura que represente de manera exacta y fidedigna la situación socio-histórica del mundo. Un ejemplo: la semiótica, contenida en el estructuralismo, centraría su estudio en comprender el código y no el mensaje; en el orden y la combinación de las palabras.
En cambio, los post-estructuralistas tienen algo más que decir, sin que esto implique necesariamente un ataque frontal al estructuralismo. A estos autores, no les molesta el término “estructura”, pero son un poco menos radicales en sus explicaciones, ya que a pesar de que asumen la existencia de estructuras que se yuxtaponen unas con otras produciendo el marco en el que los individuos se mueven, esto no quiere decir que todo se reduce a ellas. Se puede argüir que este lente difumina un poco el imperio estructural, otorgándole un valor al sujeto, o más bien, al hacer y decir en el acontecer histórico. El cuestionamiento, desde aquí, se dirige al “cómo se forman estas estructuras”: a la intervención, los efectos y los modos de participación que tiene la estructura, los actores que en ella se encuentran e interactúan, y sobre todo, la historia (actor principal de la obra).
En síntesis, se podría decir que el post-estructuralista argumentaría que si bien es cierto que todo acto o dicho se circunscribe dentro de un marco definido y dependiente de una estructura social, es en el mismo momento en que estas prácticas y discursos operan en donde se produce el cambio. Finalmente, la estructura y la agencia del sujeto están implicados entre sí, dentro de un proceso inter-relacional. No hay producto (ni estructura ni sujeto por separados), sólo hay un proceso en constante devenir y cambio, un juego de relaciones montadas sobre la nada.
Piénsese en un ejemplo que explica las relaciones de poder actuales: Fernández Liria vs Foucault. El primero, lector apasionado de Marx, Freud y del mismo Foucault, asume la noción “poder” como una estructura independiente. El segundo, lo piensa desde el ejercicio, el sometimiento y la dominación disciplinaria. Uno se dirige al “qué”, el otro al “cómo” y “qué efectos”. Por una parte deducción conceptual, por otra descripción minuciosa. Por tanto, para Fernández Liria, el capitalismo es una estructura independiente y soberana que no necesita ejercerse para tener un efecto en la realidad humana. Uno nace obrero sin la necesidad de que se le apliquen una serie de ejercicios minuciosos y constantes para convertirlo en un esclavo del capital. Si un “obrero” deja de trabajar no significa que deja de ser “obrero”, sino que es un “obrero en paro”. Su definición depende de la estructura capitalista que se relaciona con otras estructuras (edípica, por ejemplo).
En cambio, para Foucault, el poder no puede localizarse en un determinado punto, éste está en todos lados. Es el producto de las interacciones entre individuos, prácticas, discursos e instituciones. El poder no se tiene, se ejerce; es la tensión de la relación lo que permite que un individuo esté en una posición de dominación (y el otro de dominado). La estructura capitalista no impera sin impedimentos, su importancia o eficacia depende de las acciones de los participantes que van moldeando la estructura desde la lógica colectiva, más no individual.
Dos formas (entre muchas) de estudiar la realidad, y en este caso, entender las relaciones de poder. Habrá que pensar qué mirada permite la comprensión de los fenómenos actuales de mejor manera; pero ojo, esto sin llegar a conclusiones disyuntivas (esto o esto), sino conjuntivas (esto y esto). De entrada, desde el estructuralismo se podría deducir la relevancia de los modos de producción y la economía capitalista en el mundo. El capital, como estructura, explicaría el intercambio de bienes y la producción a partir del plus-valor, al grado que los sujetos que se encuentran en estas condiciones son más seres generadores de plus-valor que personas con estructuras edípicas, o familiares, o sujetos con necesidad de tiempo libre. Al lado de ello, el post-estructuralismo permitiría el entendimiento de los cambios históricos en las relaciones de poder, describiendo la manera en que las tecnologías políticas de poder (junto con sus dispositivos y mecanismos) adquieren múltiples formas que construyen posiciones dominantes y subyugadas.