El gobierno de lo supra-humano 

Atrapados sin salida. Tradicionalmente, el pensar que hay algo exterior a nosotros (no humano) que nos domina y produce todos los hechos y acaecimientos en los que estamos involucrados como colectividad e individualidad, es algo que siempre ha prevalecido en nuestra cultura; es decir, pareciera que existe un sentimiento/razonamiento híbrido y amorfo que utilizamos como respiro explicativo de la realidad, o en otras palabras, de lo que pasa a nuestro alrededor.

Somos prisioneros de una imagen, y no podemos darnos cuenta de ello porque formamos parte de esa imagen” (Wittgenstein). 

Atrapados sin salida. Tradicionalmente, el pensar que hay algo exterior a nosotros (no humano) que nos domina y produce todos los hechos y acaecimientos en los que estamos involucrados como colectividad e individualidad, es algo que siempre ha prevalecido en nuestra cultura; es decir, pareciera que existe un sentimiento/razonamiento híbrido y amorfo que utilizamos como respiro explicativo de la realidad, o en otras palabras, de lo que pasa a nuestro alrededor. Nos gusta pensar que nada está en nuestras manos, que todo es obra de un destino o camino hacia un lugar ya establecido o determinado de antemano. 

Hace no mucho tiempo (y todavía ahora) este ser exterior se le llamaba “Dios”: él todo lo sabía, su palabra y visión construía el mundo que habitábamos, e incluso sabía el destino de la humanidad cuando preveía un apocalipsis en épocas futuras. Empero, ahora, en muchas ocasiones lo llamamos “ciencia”, la cual, paradójicamente, funciona como una disciplina no humana que nos dice lo que ocurre mediante la construcción de artículos y verdades vinculadas al tribunal de los hechos, es decir, a los resultados de investigaciones que se obtuvieron, según esto, sin intervención alguna por parte de los científicos. 

Otro ejemplo es la forma en que utilizamos, actualmente, el término psicoanalítico de corte freudiano titulado “el inconsciente”. Dicho concepto lo empleamos para explicar situaciones y reacciones propias que no tienen culpable o algún argumento lógico que resuelva la problemática a dilucidar. Así, decir “yo creo que inconscientemente me recuerdas a mi padre, y por eso traté de golpearte”, es una forma de culpar un terreno de cualidades misteriosas, más allá de la comprensión humana, o mejor dicho, una manera de estructurar y familiarizar lo extraño o anómalo, asumiéndolo como producto de un ente de nuestro ser, exterior a nuestra comprensión. 

Aún hay más. Cornelius Castoriadis argumenta que las sociedades se especializan en asumirse como entes heterónomas, de modo que sus habitantes piensan que su forma y funcionamiento actual es un proceso natural y normal que no puede ser cambiado. Por tanto, lo supra-humano aparece de nuevo, el Estado y la Sociedad Capitalista y Consumista se perciben como un tejido social, político y económico que es y seguirá siendo así, es incambiable e invariable. 

Sin embargo, siguiendo al mismo autor, podemos asumir que las sociedades no son heterónomas sino autónomas, dependientes de las prácticas y discursos de sus integrantes y del proceso histórico en el que se encuentran. Cualquier forma de organización es producto de la imaginación e innovación, es un proceso que está en manos de la acción humana. 

El problema es que cualquier tipo de sociedad inventada se cosifica y materializa desde una lógica identitaria-conjuntista y determinista que asume que cualquier ser (ya sea social o humano) es y no cambia, y en este sentido, se llega a establecer como la única realidad que, por supuesto, es independiente de las acciones o eventos que ocurren en ella. Hecho que tapa las raíces imaginarias de cualquier forma colectiva de vida, generando así un espejismo de verdad trascendental, una imagen que nos aprisiona, en el sentido de Wittgenstein, porque no nos damos cuenta que formamos parte de ella. 

Desdibujemos la imagen, miremos las raíces. Asumamos que nosotros (en términos sociales y no individuales) participamos en la producción de nuestros actos y de las verdades que nos gobiernan, en fin de la imagen del mundo que que nos aprisiona. Las ideas supra-humanas permiten explicar algunas situaciones de manera adecuada, pueden ser pragmáticas de vez en cuando, pero abusar de ellas es quitarnos la responsabilidad, y a la vez, pensar que el mundo o el más allá nos gobiernan sin nuestra intervención o manera de entender la realidad. Hay una salida: este determinismo no es reflejo de una verdad trascendental que nos sobrepase, sino, más bien, de construcciones epistemológicas humanas que se han encaminado a deducir la realidad, por un lado, y el hombre, por otro. 

Luis Jaime González Gil 

Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia 
 

Email: luisjaime@antropomedia.com 

Referencias 

Ibáñez, T. (2001). Municiones para disidentes. Realidad-Verdad-Política. Barcelona: Gedisa. 

Ibáñez, T. (2005). Contra la dominación: variaciones sobre la salvaje exigencia de libertad que borta del relativismo y de las consonancias entre Castoriadis, Foucault, Rorty y Serres. Barcelona: Gedisa. 

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