El tejido social (o vida cotidiana según la fenomenología) es un ente complejo por donde se le vea, perciba o sienta. Sus características móviles en constante transformación, las paradojas que conlleva, las relaciones de poder que la ajustan, y sus múltiples vivencias o experiencias intersubjetivas imposibilitan cualquier respuesta definitiva o deducción que se piense metafóricamente como “el saco a la medida”.
De hecho, va un ejemplo burdo o de sentido común: un día, uno puede argumentar sólidamente, sin ánimos de dudas, que la realidad es fría ya que su cuerpo está temblando, e impulsado un poco desde el método empírico, la midió con un termómetro para comprobar su discurso/sensación, traduciendo así las condiciones climáticas en un número que se encuentra cerca de los cero grados centígrados (0°C). No obstante, de repente en la calle, si ninguna explicación posible, se vislumbra, a lo lejos, a un individuo destapado, tranquilo y que, según sus gestos, no parece tener ningún problema en cuanto a la temperatura actual, es decir, friolenta. Acto seguido, uno camina hacia el tipo, e inmediatamente le pregunta: disculpe, ¿no tiene frío?, y en contra de todo pronóstico, él menciona, no para nada, incluso tengo un poco de calor.
¿Qué quiere decir todo esto? No tiene que ver con la pregunta acerca de que si el frío existe o no en términos de ser o no ser (esto está fuera de discusión), sino que la realidad (en este caso la temperatura desde el ámbito cotidiano) no es un producto que se puede fijar definitivamente, sino un proceso que se transforma según las formas de comprenderla, y sobre todo, de lo habituado que uno esté acerca de cualquier situación. Cuestión que parece no importarle, en lo más mínimo, al método científico debido a que establece en la mayoría de las ocasiones las condiciones que explicaran cualquier fenómeno. Es decir, piensa la realidad en universales, en productos definitivos, en una serie de situaciones o fenómenos sociales que pueden ser explicados desde cualquier teoría, concepto, método o ley que se utilice correctamente.
Michel Maffesoli, sociólogo francés, trató de decir lo mismo en todos sus esfuerzos intelectuales. Especialmente, en su libro El conocimiento ordinario: compendio de sociología, comentó que cualquier concepto constituye una barrera pueril que se levanta ante el flujo vital de la existencia social en perpetuo movimiento; o en palabras más sencillas, trajo la idea de que la teoría que enmarca radicalmente la realidad en los conceptos termina ahogándola y violentándola, no representándola o interpretándola.
La realidad es más compleja para determinarla de forma tan estructurada, y por tanto, siguiendo al autor, se le debe de mirar desde una sensibilidad relativista: es hora de pasar de los conceptos a “las nociones”, en donde las ideas que se organicen deben de utilizarse o pensarse como conceptáculos (concepto-receptáculo); lo que importa no es el florero que contiene la flor, sino, más bien la flor: el concepto se moldea a partir de la realidad, y no se etiqueta o define la realidad desde un glosario de términos que se tiene a la mano.
No más cámaras fotográficas, no más teorías o leyes fijas, así no se entenderá la vida cotidiana, ya que en un pestañeo o imprevisto, ésta se disipará o moverá a otro sitio (impensable). Como diría Clifford, tratar de encerrar el mundo en ciertos conceptos es igual a tomar una fotografía de un lugar (la realidad), sabiendo que los sujetos no permanecerán sentados durante la pose, ya que se agitarán y se desplazarán a su antojo.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
- Clifford, J. (1986). Introduction: Partial Truths, en J.Clifford y G.E. Marcus (ed), Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography, Berkeley: University of California Press, 1-26.
- Maffesoli, M. (1983). El conocimiento ordinario: compendio de Sociología. Fondo de Cultura Económica: México.