Un pequeño ensayo sobre la relación de lo privado con la lógica de mercado actual.
El desmantelamiento de la vida privada ha concluido, o mejor dicho, ha tomado una fuerza considerable e imparable que pareciera que no tiene fondo o fin establecido. Ya lo venía mencionando Jean Baudrillard, a finales de lo 80´s, cuando hablaba del fenómeno de la televisión en su escrito “el éxtasis de la comunicación”: ahí expuso que la era de la interioridad se había terminado, lo que permitía que emergiera una nueva: la de obscenidad, la fascinación, el vértigo y la instantaneidad; un mundo posmoderno y transparente que sobre-ventila la esfera privada. Dicho por él mismo:
“No más histeria, nomás paranoia proyectiva, propiamente hablando, sino este estado de terror propio de esquizofrénico: demasiada proximidad a todo, la sucia promiscuidad de todo cuanto toca, sitia y penetra sin resistencia, sin ningún halo de protección privada, ni siquiera su propio cuerpo para protegerle. Es el fin de la interioridad y la intimidad, la excesiva exposición y transparencia del mundo lo que le atraviesa sin obstáculo (Baudrillard, 1988, p. 196)”.
Ahora bien, si se piensa con detenimiento, lo interesante de la cita es que a pesar de referirse al fenómeno de la televisión en 1988, en estos tiempos de corte cibernético lo expresado por el autor describe a la perfección lo que está ocurriendo a nivel global con la emergencia de la web 2.0, junto con todas sus plataformas interactivas o medios sociales (Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, etcétera).
También hoy, como dice Baudrillard, existe la pornografía de la información y la comunicación, de circuitos y redes: los medios sociales lo que han producido es que los individuos, voluntariamente, hablen en demasía sobre su vida privada, esto es, sus gustos, los lugares que visitan, las actividades que están realizando, las marcas que compran, los objetos que valoran, en fin, aquello que comunican porque simbólicamente les genera un sentido de pertenencia, una identidad que quieren trazar es su perfiles o cuentas.
Todo esto genera un sistema que se nutre de la vida privada de las personas para exponer públicamente los modos de ser o actuar convenientes desde la mercadotecnia y la comunicación. Dicho de otro modo, al publicarse proliferadamente los estilos de vida día con día, las empresas de comunicación y las marcas puede tomar esa información para construir programas televisivos o storytellers que presenten un prototipo de lo que tiene que ser un hombre, una mujer, un joven, un niño, o cualquier profesión (siempre apegadas a la estructura de poder en la que se encuentran).
Prostitución de la privacidad, entonces. Se forma una especie de relación de poder en donde los medios ofrecen a los ciudadanos un repertorio de identidades que han extraído de su vida cotidiana, y en especial, que no van en contra del sistema económico y de consumo que está establecido. Y más radical, se forma una especie de ojo panóptico a gran escala que ve todo, y por ende, puede predecir las prácticas disidentes antes de que emerjan de su lado privado y tengan un efecto en la realidad, además de utilizar ese conocimiento para construir estrategias comerciales, políticas o televisivas que las adopten desde el lado comercial.
Por Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Baudrillard, J. (1988). El éxtasis de la comunicación. En Hall, F. (1988). La posmodernidad. Barcelona: Colofón.