Una explicación de la manera en que existen estafadores en Internet.
Estafadores los ha habido siempre, son estos seres astutos que saben maniobrar cuando se presenta la ocasión, esto es, aprovechan la oportunidad, se montan en ella y la exprimen totalmente hasta sacarle todo el jugo. Nómadas por naturaleza, se encargan de estar al acecho de las tendencias que surgen para comprarse un disfraz a la medida (modelo experto) y elaborar un discurso lacónico –en forma de aforismo- que tiene que repetirse una y otra vez para cimentar un espejismo lingüístico que atrapa a los desorbitados o hechizados, ya que toman en cuenta lo que éstos miran sin parpadear.
En la década de 1800’s, Samuel Brannan, un hombre de negocios, comprobó que quienes verdaderamente se enriquecieron durante las “fiebres del oro” en Norteamérica rara vez fueron los mineros, sino, casi siempre, quienes vendían las palas. Lo único que tuvieron que hacer estos vendedores fue apreciar que la mirada, el deseo y el fervor colectivo apuntaban hacia el oro para apropiarse y brindar las herramientas necesarias de trabajo (palas, picota y martillos), y por tanto, enriquecerse más que los que estaban magnetizados por extraer ese metal asociado con el sol (elemento sagrado) o descrito por la ciencia como el elemento químico número 79. Fue una astucia colectiva, imperceptible para los hipnotizados.
Ahora, ¿qué tiene que ver esto con Internet y marketing online? Analógicamente lo mismo, en el mundo online se pueden ver estas personas proliferándose día a día; ¿nombres?, aquí el mini-repaso histórico:
Primero todo se cimentó con la “la burbuja del .com” que pregonaba la urgencia de registrar un dominio con nombre pegajoso, después llegaron los “expertos” en optimización en los motores de búsqueda, más adelante surgieron los “gurús” Social Media con su kit completo (Facebook, Twitter, Pinterest e Instagram), y ahora se trata, nada más y nada menos, del “minero” (todo-poderoso) del Big Data. Mismo modelo de “experto”, diferente disfraz y herramientas que brindar.
En la Web existen un sinfín de empresas y expertos que se posicionan como los maestros del Social Media o de la minería de datos. En Twitter numerosos perfiles dan consejos, se categorizan como gurús, investigadores natos del Big Data, entre otras denominaciones brillantes. Sólo que hay un detalle: como en el ejemplo anterior, ellos no son los que van a excavar, sino son los que dan las herramientas, softwares, tips, aplicaciones o programas de administración de redes sociales, pero sus propias cuentas no generan interacción alguna, ni les generan retorno sobre la inversión (ROI); en realidad, viven de la demagogia discursiva, no de sus acciones online.
El equivalente al oro actualmente es Social Media, Google y Big Data. Muchos están volteando hacia allá, es el futuro. Y es a partir de esta fascinación por la que los astutos se consolidan como expertos en aconsejar o brindar herramientas o conocimiento, al grado que los que terminan más beneficiados no son las empresas que requieren una robusta estrategia online, sino únicamente ellos.
Para cumplir los objetivos que se plantean en Internet, no se trata de efectuar una serie de pasos o requisitos novedosos y a la vanguardia creados por personas que utilizan este boom para subsistir. De hecho, la red no ha cambiado mucho desde la época de 1990: Google en 1999 ya existía (ahora es Google Search); Xdrive era el DropBox antiguo, la lógica de Twitter se puede identificar en AOL Instant Message y Facebook tiene sus antecesores como Sixdegrees.com o Classmates.com, entre otras.
La tarea está en comprender las relaciones cibernéticas como algo que emula lo que ha existido desde hace mucho tiempo: las interacciones humanas, la naturaleza social. Tanto lo que se publica en los medios sociales como lo que acontece en la Web son un producto humano que la antropología, la sociología y la psicología se han encargado de estudiar durante años.
En específico, hay que tener mucho cuidado con los consejos, los tips, o con pensar que las simples herramientas o motores de búsqueda generan éxito por sí solos. Sólo comprendiendo científicamente al humano-interconectado y pensar de forma integral o transversal la estrategia de marketing (no todo es Google, ni Facebook: todo se conecta), es decir, con todos los canales online y offline, uno puede generar acciones concretas y que tengan un efecto positivo o deseado, pero sobre todo, que no vengan de un tercero con disfraz, interesado simplemente en montarse en la “fiebre online”.