Una reflexión del estudio de Internet desde la mirada interpretativa de Bruner.
“Tenemos derecho a esperar que la psicología ha de adquirir por fin el fundamento genuinamente científico que permita ocupar el puesto al que le corresponde entre las ciencias fundadas en principios sólidos, como la misma física” (Spearman en Gould, 2003, p. 264)
Las ciencias sociales, junto con la psicología, siempre han sido muy receptivas, o como diría Bruner, muy sensibles -hipersensibles- a las necesidades de la sociedad que las acoge, la cual, tiene un estándar hegemónico de pensar, producir y reconocer el conocimiento como una verdad. Desde luego, si uno va a los libros valorados del siglo XX enfocados a explicar la naturaleza del hombre, puede darse cuenta que dentro de toda la revolución tecnológica e industrial que aconteció hubo una adopción en la psicología (por ejemplo) de la computación como metáfora dominante y de la computabilidad como criterio de un modelo teórico adecuado.
En el contexto de la metáfora computacional, como verdad dominante aparece la persona informática: un ser-máquina que funciona mediante estímulos condicionantes que activan ciertos estados psíquicos y anatómicos ya dispuestos de antemano; su mente funciona como un disco duro, de modo que los procesos cognitivos tienen que ver más con programas que forman parte de un dispositivo computacional y la memoria sólo acontece en la medida en la que tiene la capacidad de simular de forma realista la conceptualización con un programa de ordenador. Hardware y software a la orden, un fallo en cualquiera de los dos es un individuo disfuncional con mala memoria.
Ahora bien, en este siglo esta idea sigue vigente en Internet. La mayoría de la experticia en Medios Sociales y Marketing digital hablan de los usuarios (humanos) como likes, clicks, datos o cualquier denominación que haga referencia a las acciones que ocurren dentro del mundo online por medio de informes matemáticos o estadísticos. De cierta manera en su concepción sigue impregnada la noción cognitiva del hombre apegada al informacionalismo, como si los que interactúan en la Web pertenecieran a la misma especie, marca o serie, y en especial, como si estuvieran programados equitativamente, al grado que sus reacciones fueran robóticas: exactas, precisas, perfectas y siempre las mismas (no hay diferencia entre el colectivo).
Sin embargo, todos estos expertos se olvidan de una cuestión fundamental que hicieron que el mismo Bruner, psicólogo y biólogo, saltara del campo cognitivista al interpretativo o psicología popular. En realidad, la información es indiferente con respecto al significado que se produce en las relacionas humanas. La información es útil para reconocer las acciones, pero no para conocer a profundidad las razones por las que ocurren. Por más perfectos softwares de extracción de Big Data se tengan, siempre habrá algo que la tecnología no pueda medir: la cultura humana que en palabras de Geertz es una red o urdimbre simbólica que se debe interpretar para comprenderse.
Desde la tinta trazada por Bruner, “cualquier intento por comprender la naturaleza y orígenes del yo es un esfuerzo interpretativo semejante al que realiza un historiador o un antropólogo al tratar de comprender un período o un pueblo”. El Big Data, los clicks y los likes permiten entender lo que ocurre en el cíbermundo desde los “qués” y “cuántos”, pero si uno quiere saber los porqués y lo cómos, la tarea no está adquirir un montón de información sino en desmenuzarla, comprenderla desde las ciencias sociales de corte hermenéutico o interpretativo, no cognitivista.
Antropomedia
Email: exploramos@antropomedia.com
Referencias
Bruner, J. (1998). Actos de significado: más allá de la revolución cognitiva. Madrid: Alianza.
Geertz, C. (1973). La interpretación de la cultura. Barcelona: Gedisa.
Gould, Stephen. J. (2003). La falsa medida del hombre. Crítica: Barcelona.