Una reflexión sobre el fenómeno del vestido azul o negro que ocurrió en medios digitales.
Una sencilla premisa: lo cotidiano no lo podemos ver, pasa totalmente desapercibido. Digamos que es una expresión cultural social tan presente y constante que, paradójicamente, se vuelve imperceptible para los que se encuentran inmersos dentro de sus profundidades, sinuosidades, sabores, colores, o dicho con un término más general, formas. La repetición, así, anula la visión; la presencia prolífera con tintes de vorágine finalmente se traduce en ausencia; lo normal se vuelve ordinario, y por ende, sin importancia.
Ejemplos hay muchos, la salud es uno: en esta época, en la que los avances tecnológicos y de salubridad han permitido aparentemente trascender la barrera vida/muerte, superando así las plagas o pestes (tal como la peste negra que terminó matando a un tercio de la población continental entre 1347 y 1352), ya no pensamos en nuestra salud, a menos que nos ocurra un accidente, se muera una persona cerca de nosotros, o en el peor de los casos, nos dé una enfermedad crónica. En este sentido, cuando lo cotidiano es atentado por alguna causa o razón misteriosa, de pronto vuelve a la vida, es decir, se hace perceptible, cuestionable e importante para la persona y el colectivo que la rodea (parece que la salud no es eterna, y no estará ahí siempre).
Algo similar ocurrió con el fenómeno del vestido azul con negro o blanco con dorado que en estos momentos se encuentra rondando por las redes sociales. Si lo pensamos lo que hace la imagen es atentar contra el sentido común. Me explico: durante toda nuestra vida nos han enseñado (y hemos percibido) que las cosas tienen un sólo color, de modo que cuando aparece un vestido o indumentaria que tiene las cualidades de un camaleón, nos sobresaltamos, llamamos a los demás para verificar que el acontecimiento extraordinario no es resultado de una deficiencia propia, éstos constatan el hecho, y por consiguiente, comienza a compartirse este hecho insólito de boca en boca, de red en red.
En suma, el fenómeno del vestido toma importancia no por el vestido en sí, o por los colores, sino por atentar esa parte de la realidad que funciona como una base o dirección, como un colchón (sentido) para actuar: lo cotidiano. Desde luego, en un mundo donde las ciencias y disciplinas se encargan de clasificar mediante campos semánticos distinguibles y excluyentes, la idea más común es que los colores también son excluyentes y diferenciables, de modo que las cosas poseen un sólo color (que no muta) que podemos identificar todos.
El hecho de que un vestido aparezca como un holograma virtual rompe nuestros esquemas, al grado que nos asusta. Y en este sentido, debido al choque, buscamos a los demás para que nos den una explicación normalizadora: de ahí todos los shares y likes del vestido en los medios sociales… de ahí todos los tecnicismos y respuestas que han dado los sujetos que tienen la palabra hoy en día (lo científicos)… de ahí todos los memes que se burlan del hecho… de ahí todas las estrategias de comunicación online que aprovechan el momentum. Son formas de explicar lo extraño desde lo familiar; de hacer el vestido mutante algo cotidiano e imperceptible en un tiempo.
El ser humano ha construido ciertas verdades que en términos pragmáticos funcionan como a prioris, es decir, verdades incuestionables que permiten la coordinación humana en colectivo: a gran escala algunas de estas verdades son el Estado o el Mercado en esta época neoliberal, lo cuales, son modos de organización económicos y políticos que coordinan a los pueblos o comunidades.
Pero, y aquí la reflexión, éstas son sólo ficciones (que se han materializado), esto es, formas de organización y percepción que si se cuestionan dejarían de pensarse como las únicas opciones. Tal como la irrupción de los colores del vestido: nos hizo cuestionarnos sobre nuestras percepciones visuales y la forma en que pensamos la relación de los colores y las cosas (no todo tiene un único color, depende de la luz que lo rodea).
Antropomedia
Email: exploramos@antropomedia.com
Ejemplo de comunicación online que aprovechó el momento (Táctica de News Jacking).