La noción de tribu para entender los grupos humano que se forman en Internet.
Maffesoli, sociólogo francés, de nombre Michel, nos muestra un camino para analizar la vida cotidiana, esa dimensión que algunos pensadores de carácter científico han desdeñado por ser intrascendente, o mejor dicho, por no parecerse a la lógica en la que operan sus laboratorios que muestran la verdad. Desde luego, estos lugares llenos de tecnología y miradas penetrantes desdibujan lo cotidiano al crear teatros objetivos que intentan controlar las variables de la situación (eliminando algunas) o introducen sujetos que siguen instrucciones de las personas de bata para modificar el hábitat interactivo, esto es, condicionar las relaciones humanas.
Para estudiar esto, Maffesoli tiene una sospecha: las tribus han vuelto o nunca se fueron. En esta nueva era posmoderna, en donde las sociedades o megalópolis ya no producen una identidad nacional o cultural reconocida por todos, hay un sentimiento de desarraigo o desorientación, de modo que aparecen nuevas organizaciones a nivel micro a las que el autor llama tribus urbanas: grupos que surgen -pese a lo paradójico del argumento- dentro un constante vaivén que se establece entre la masificación creciente y el desarrollo de estos microgrupos.
Se trata, pues, de un esfuerzo de identificación, de reconocimiento individual, pero siempre en función del grupo, desde el colectivo. Cuestión que supera la lógica individualista que descansa en una identidad separada y encerrada sobre sí misma, y por consiguiente, permite el surgimiento de la persona que sólo vale en tanto que se relaciona con los demás. En suma, una transición conceptual o para algunos ontológica: del individuo a la persona que se agrupa en tribus urbanas.
La vida cotidiana, así, es el concreto más extremo de esta lógica. El momento tribal es un periodo de gestación, en donde algo se está cociendo, probando o experimentando antes de que emprenda el vuelo a la expansión. Son las tribus las que al consolidarse o tomar forma (desde sus prácticas) contribuyen a la constitución de la cotidianeidad, de suerte que sus costumbres y su misma existencia-devenir fundan el estar juntos, ese sentir en común (estética) y la ligazón colectiva (ética) de la que habla el autor.
Sin embargo, hace falta más que reconocer el regreso de las tribus; se tiene que repensar la forma en que las concebimos (el a priori epistémico). En específico, no se trata de entender o tratar de buscar en ellas su racionalidad, su objetividad y su funcionalidad en términos de equilibrio u homeostasis. A esta visión se le debe contraponer un lente fundado desde lo proxémico, las tribus se unen más por una socialidad de predominio empático que un rasgo social racionalizado. En suma, la unión surge de la intensidad emocional que les da identidad.
Desde esta perspectiva, podemos decir que las tribus online surgen de la misma manera. Internet permite esta búsqueda de identidad desde la conexión humana cibernética. A pesar de estar geográficamente separados, los cibernautas pueden identificarse con los otros, conectarse a ellos, y comenzar a construir un lazo social virtual desde la empatía, lo emocional y la sensibilidad. Ya no somos individuos identificados en pequeñas comunidades, como productos de la Modernidad, sino que estamos en búsqueda de identidad mediante un proceso de conexión tribal que en el caso de Facebook esto se logra a gran escala, superando las barreras territoriales. Por algo los contenidos que más se comparten son los que mueven emociones, base de la interacción en los medios sociales.
Tanto en Internet como en la vida física la lógica de las tribus (y a vida cotidiana) es la misma. No está centralizada o mecanizada, sino estas se mueven desde la empatía, la emoción, y sobre todo, a partir de una dinámica cambiante, una gran mutabilidad y una constante readaptación. He aquí una de las claves para estudiarlas: pensarlas desde su forma estética (sentir común) y no desde su supuesta fijeza y racionalidad.
Antropomedia
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Referencias
Maffesoli, M. (1990). El tiempo de las tribus. Barcelona: Tesys.