Una reflexión sobre el concepto de nómada de Maffesoli desde las plataformas digitales.
La vida, dicen algunos, es más sencilla si nos convertimos en sedentarios. Por algo hemos construido ciudades, casas, calles, habitaciones, camas, muebles, baños, carreteras, aeropuertos, barreras nacionales y aduanas. Aparato social-material que ensamblado permite un tejido social sedentario, es decir, un tipo de sociedad en el que buscamos parar la constante búsqueda territorial, y aunque se nos permite recorrer los lugares o regiones de la nación, finalmente la lógica que impera es la de establecernos o encontrar nuestro hogar (tanto físico como de pertenencia).
Sin embargo, tomando las ideas de Maffesoli, la lógica moderna Estado-Nación ha sido corrompida un poco por otra apegada más a la naturaleza de las tribus y los nómadas, de suerte que el sedentarismo nacional ha sido transgredido por el politeísmo, la heterogeneidad, la afectividad y la pluralidad de culturas en constante movimiento. Esta hibridez produce que el “nómade” tenga la oportunidad de re-existir actualmente, y lo hace como un hombre que va de una tribu a otra, que no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos, en instituciones.
Una explicación a este hecho: con el advenimiento de las nuevas tecnologías, tanto industriales como de comunicación e información, algunas barreras espacio-temporales han sido diluidas de dos formas: la primera tiene que ver con la llegada del avión, el automóvil y todos los cuerpos-motores: éstos han logrado que las personas viajen más, y por ende, que surjan vidas que todo el tiempo se movilizan, produciendo que su lugar sedentario sea poco concurrido.
La segunda, recae totalmente en lo que produce el surgimiento de Internet 2.0, esto es, que los perfiles engendren su “doble nómade” que, a gran escala, constituyen a las tribus online. En el terreno cibernético las tribus online se reconfiguran, configuran y desconfiguran de forma abrupta o inmediata, ya que un perfil puede conectarse y desconectarse con links, personas, mails o contenidos a nivel global y en cuestión de segundos.
Finalmente, podríamos deducir que ya no somos sedentarios, que el nomadismo está volviendo a imperar en las dinámicas globales, tanto por una cuestión tecnológica como la necesidad de producir capital en el marco de la globalización y el neoliberalismo capitalista (requiere flujos, movimientos, y transacciones a nivel internacional). Sin embargo, más que discernir en términos dicotómicos estas nuevas formas de relación humana, convendría dejar de pensar en dos matices, e intentar comprender cómo no es ni sedentario ni nómade, es una forma de vida que involucra tanto la construcción de un sitio sedentario (por ejemplo, el lugar en el que uno se conecta a Internet, o la casa que uno tiene cuando terminan los viajes de negocios alrededor de la esfera terrestre) como la dinámica del nomadismo en la que el movimiento es necesario para subsistir o producir subjetividad (sentido de pertenencia y experiencia con otros individuos).
Superemos la dicotomía, habitemos el pensamiento relacional, ese que deja de preocuparse por la división sedentario/nómada, y utiliza los conceptos de forma interrelacional, no desde la visión de contrarios o dualidades que no tienen nada que ver más que su antagonismo.