Internet: territorio de espejismos 

Espejismos. Hay quienes los llaman fantasmas, otros, con un lenguaje más técnico, los definen como representaciones o realidades engañosas, y algunos especialistas en la oftalmología, los llaman ilusiones ópticas producidas por la temperatura y la densidad del aire caliente.

Pequeños insights para enterarse y combatir los espejismos desde el reconocimiento a profundidad de lo que está a nuestro alrededor (sitios-web y perfiles) en el mundo online. 

Espejismos. Hay quienes los llaman fantasmas, otros, con un lenguaje más técnico, los definen como representaciones o realidades engañosas, y algunos especialistas en la oftalmología, los llaman ilusiones ópticas producidas por la temperatura y la densidad del aire caliente. En fin, independientemente de cómo los definamos, en Internet abundan espejismos, o simulacros, tal como les diría el buen Baudrillard. 

Precisemos un poco. Las personas en el mundo online, aprovechan la capacidad de presentarse desde el anonimato, y sobre todo, la facilidad de producción y edición instantánea tanto de los espacios online como de sus cíber-cuentas personales, para construir así sitios-web y perfiles que funcionan como meros espejismos. Y resulta que cuando uno los intenta atrapar, tocar o localizar en la plataforma offline, éstos desaparecen abrupta y radicalmente, al grado que uno, dándose de golpes o topes en la frente, recuerda que no todo en Internet tiene una figura material/offline que lo respalde. Vivimos en la era de la sensación de vacío, traición, locura y ausencia: el objeto que parecía real se esfuma poco a poco, y por ende, la relación significado-significante se atrofia, porque el referente “material/virtual” se dispersó, se desvaneció y se fue al mundo que algunos osan llamarle “la nada”. 

Aterricemos aún más, con tres ejemplos. Espejismo número uno: en muchas ocasiones nos hemos encontrado con sitios-web de empresas que después de haber vendido un montón de viajes, objetos, o el producto o servicio de su giro, desaparecen de la noche a la mañana, junto con todo el dinero o inversión que les fue depositado. Por tanto, de ser un sitio virtual real, con una dirección fija, con un número telefónico que atendía las llamadas de inmediato, de pronto todo se vuelve surreal, y desaparece como si entrara a un hoyo negro, trascendiendo las categorías del tiempo y el espacio, sin explicación o culpable alguno. 

Espejismo número dos: si analizamos la forma en que los sujetos se presentan en los medios sociales (alias Facebook e Instagram), podríamos entrever que su vida es como un paquete o producto lleno de felicidad: esa que el individualismo del siglo XXI pregona (siempre desde el consumo). Fotografías de viajes, momentos de abrazos, sonrisas grandes y estratosféricas en las fotos colgadas, comentarios o citas de autores positivas, frases que denotan su superación y progreso diario, en suma, todo un circo que produce un perfil lleno de momentos placenteros y exitosos, mientras que la tristeza y el enojo son sentimientos guardados en un buró offline, es decir, casi no se ventilan en estos medios por no utilizarse, en este caso, como espacios terapéuticos (habrá otros perfiles que sí muestran sus penurias en Facebook, pero son otros casos). Sin embargo, la sorpresa o incoherencia pueden surgir en cuanto nos contactamos con estas personas, y vemos que detrás de esa biografía épica, hay un personaje triste que tiene un montón de problemas y que económicamente no le va tan bien como su perfil lo pinta. Su figura online es un trabajo de marketing, y por tanto, un espejismo creado a base de publicaciones. 

Espejismo número tres: los bots. Estos pequeños entes cibernéticos que producen hashtags, tendencias o que se crean exclusivamente para que los Collectors (tribu que busca solamente los descuentos o premios de las marcas en medios sociales) ganen los concursos que piden re-tuits o shares a cambio de una remuneración o premio. Sin embargo, fuera de la pantalla resulta que no hay nadie: son perfiles programados, no hay ni carne ni hueso, ni personas, ni afectividad, ni siquiera humanidad. De nuevo otro espejismo, pero en esta ocasión un espejismo más perverso y obsceno porque se utiliza en el territorio de la política para participar en la guerra sucia de forma subrepticia o enmascarada; esto es, en la creación, mediante la utilización de estos perfiles-bot, de tendencias o hashtags globales que divulgan desinformación o argumentos negativos que atacan a los otros políticos que compiten en la campaña. 

No hay que temer proliferadamente. Se trata sólo de estar conscientes que detrás de la pantalla hay un montón de espejismos, y por tanto, debemos ser cuidadosos en nuestro andar cibernético. Detrás de todos esos likes, seguidores, y sitios-web que se conectan con nosotros, puede haber un montón de espejismos, tal como los recién contados. Verbigracia, en el caso de las marcas hemos notado que suele producir una alegría inmensa tener un millón de seguidores, pero la pregunta indicada sería quiénes son esos seguidores, y en especial, qué tantos son espejismos (perfiles falsos, abandonados o bots). Cuando nos damos cuenta de eso, las alegrías de los que llevan las cuentas o medios sociales siempre caen; desaparecen los castillos de arena, y los gerentes de marcas y community managers ponen los pies sobre la tierra. 

Luis Jaime González Gil 

Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia  
 

Email: luisjaime@antropomedia.com 

Referencias 

Baudrillard, J. (1978). Cultura y Simulacro, Barcelona: Kairós. 

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