Asilos e Internet: la libertad como observatorio 

La libertad existe más que nunca, está presente, la sentimos en la palma de la mano. Aparentemente, somos seres neoliberales que tenemos la capacidad de elegir qué consumir, qué hacer y qué decir sin obstáculo alguno.

Una reflexión desde las Ciencias Sociales que permite entender el funcionamiento de Internet y Social Media desde el paralelismo del loco y el prosumidor. 

La libertad existe más que nunca, está presente, la sentimos en la palma de la mano. Aparentemente, somos seres neoliberales que tenemos la capacidad de elegir qué consumir, qué hacer y qué decir sin obstáculo alguno. La oferta global está a nuestro alcance, es cuestión de elegir bien nuestro quehacer/profesión, o tener suerte en nuestro andar económico, para conseguir los artefactos y experiencias de lujo que tanto deseamos. Incluso, con la generalización del consumo, el mercado muta y se expande para generar productos o vivencias que trasciendan la marginación o exclusividad radical del pasado, y por ende, el lujo -en sus diversas facetas- llega a todas las clases socioeconómicas y culturales (Lipovestky y Roux, 2004). En suma, todo apunta a un juego de oferta y demanda capitalista que se mueve desde “la libertad” de deseo, elección y consumo. 

De la misma forma Internet es un reflejo de esta dinámica. Al parecer, el cíbermundo es un espacio que ha convertido al consumidor pasivo en un prosumidor: ser que tiene la capacidad de no sólo consumir, sino producir a su antojo [1], de participar en la construcción de los sitios, de tener libertad de expresión, etcétera. La red cibernética, por tanto, es el resultado de todas las acciones libres de los sujetos. Los contenidos, los sitios, los memes, las imágenes son el reflejo de la más pura voluntad de las personas. Libertad de expresión, libertad de ser, libertad de crear contenidos… Web 2.0: el humano libre al fin de todo sistema opresor. 

Sin embargo, podemos hacer un paralelismo histórico para explicar la situación desde otra mirada no tan alentadora. Como dice Foucault, cuando explica la emancipación del loco, este fenómeno actual no se trata simplemente de liberación, sino de determinadas prácticas de libertad que pueden traducirse a mecanismos de poder y control mediante la constitución de un saber positivo, de un registro continuo del andar y el ser. 

Expliquemos con mayor precisión. Del famoso gesto de Pinel que suponía una “liberación de los locos de sus cadenas”, Foucault comenta que esto se llevó a cabo gracias a la manera en que comenzó a intervenir el poder de la palabra del loco como un elemento a analizar. En este sentido, se reemplazó la coacción brutal de las cadenas por las palabras. El asilo (nueva versión del manicomio) tuvo relevancia porque ocupó un lugar de conocimiento por medio de la observación y escucha, lo cual, producía un lugar de autoridad y poder. El derrumbamiento de las cadenas consistió en darle libertad al loco para analizarlo, y por ende, construir un saber médico que encasillara su conducta, estimara riesgos, evaluara síntomas y determinara su persona desde etiquetas patológicas. ¿Liberación? No. Un saber/poder que utilizó la libertad. 

Ahora, la libertad que nos ofrece Internet, al igual que la liberación del loco, está bajo la misma lógica. La transformación del consumidor al prosumidor no es una cuestión más humana, más liberadora, sino un mecanismo paradójico en donde la idea de ser libre también se convierte en el eje central de un poder que se ejerce desde el reconocimiento estadístico de la cíber-población. En otras palabras, es un mecanismo más eficiente, más silencioso y subrepticio: no se trata de controlar y disciplinar metódicamente, sino dejar “ser” y “andar” al individuo, permitirle que cuelgue lo que su deseo (siempre delimitado por los marcos sociales) le dicta.  Bien lo dice Castells en una entrevista: 

“Internet está absolutamente vigilada. Pero no está controlada, en el sentido de que no se puede interrumpir el mensaje. Se puede detectar y reprimir al mensajero, si uno es el mensajero es un problema, pero si uno es el mensaje, éste sigue.” 

El asilo que destruyó las cadenas hace unos siglos tomó una nueva forma: los canales digitales. Y ahora ha multiplicado sus alcances: ya no depende de la observación minuciosa del médico a cargo, sino del mismo medio que, por sus características, tiene la capacidad de capturar en tiempo real las conductas, movimientos, transacciones, convirtiéndolas en datos útiles, en un saber colectivo que puede ser utilizado para perpetuar las relaciones de poder basadas en la lógica neoliberal. 

Macro-observatorio o Cíber-asilo: el asilo que describe Foucault ha sido re-construido, pero ahora está disfrazado de un 

espacio online de libertad. 

Luis Jaime González Gil 

Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia  

Email: luisjaime@antropomedia.com 

Notas 
 

[1] No siempre se puede publicar cualquier contenido en cualquier canal digital. Hay políticas que limitan cierto tipo de contenidos, como por ejemplo sexuales en Facebook.  

Referencias 

Foucault. M. (1961), Historia de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica: Distrito Federal. 

Lipovetsky, G. Y Roux E. (2004).El lujo eterno. De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas. Barcelona: Anagrama. 

Revista Clarín, revista de cultura (2013). Manuel Castells: “La sociabilidad real se da hoy en Internet” Recuperado el 15 de julio de 2015 http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Manuel-Castells-sociabilidad-real-hoy-Internet_0_967703232.html 

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