Explicación de Internet desde la metáfora del teatro propuesta por el sociólogo Goffman.
El teatro, ese lugar para contemplar detenidamente, disfrutar una obra y salirse de la velocidad de la ciudad, resulta una excelente metáfora explicativa del terreno online. Hay dentro de este mar de bits materializados en cuentas de Facebook, Instagram, Pinterest, Vine, y el sin fin de modalidades de medios sociales, una lógica dramaturga, una dinámica teatral. Mejor dicho, en Internet las personas se comportan desde roles o máscaras que interpretan y habitan dependiendo de la situación y del deseo dirigido al auditorio pendiente de sus publicaciones (sus seguidores).
De hecho, cuando una persona escribe en el perfil de otra (no por Inbox), no sólo le está hablando a esa persona, sino también a todo el estadio que observa el texto, video o imagen. De forma inconsciente o consciente hay una actuación dirigida hacia el público; es un grito en el ágora virtual, no una conversación entre dos.
Argumento nada novedoso, si tomamos en cuenta que el sociólogo Goffman, años atrás, argumentó esta visión dramaturga para explicar la vida cotidiana, aquella que todavía no estaba inserta en las tecnologías de la información y la dimensión Millenials. En términos concretos, el autor, tomando prestadas las nociones del interaccionismo simbólico, pensaba la vida como un teatro gigante en el que toda actividad interaccional se daba en el seno de una región, a la que define como un lugar limitado por barreras simbólicas.
Toda interacción humana posee relativamente un guion ya producido de antemano. Por ejemplo, siguiendo a Collins, podríamos pensar la conversación: el acto de hablar, subrepticiamente, tiene sus exigencias propias, es un devenir/prisión ya pre-establecido que seduce a las personas a seguir un ritmo y una máscara. La conversación es un sistema social que tiende a mantener fronteras híbridas; dentro de ella, los interlocutores se sienten comprometidos a evitar que los temas caigan, a suavizar la transición de otros, y en especial, están bajo una presión de tomar en serio la voz del otro, si no, el acto puede terminar en una descortesía, de suerte que la relación puede terminar agravada, al grado que la interacción jamás se produzca de nuevo.
En este sentido, si la vida online es un teatro, es posible dividirla en tres regiones, tal como lo hizo Goffman. El primero es el proscenio (escenario público), espacio que circunscribe nuestro comportamiento a aquellas expresiones de tipo formal que se nos exigen en nuestra vida pública. En tanto actores sociales, verbigracia, tenemos ciertas maneras de comportarnos en los espacios cibernéticos. Cuando hacemos una publicación tenemos que respetar los términos y condiciones del medio social y las normas sociales impuestas por la comunidad online en la que estamos insertos. De hecho, si hacemos el experimento de presentarnos desnudos en nuestro medio sociales, no pasará mucho tiempo para que, primero, tengamos una represión por parte de nuestros seguidores, y segundo, que Facebook como máximo verdugo nos elimine, lo equivalente a una muerte virtual o un destierro de sus tierras.
También el like puede ser analizado. Desde esta noción, el like funciona como un incentivo social, un aplauso del público, un indicador que nos muestra que estamos actuando de manera correcta, y por tanto, que esa publicación-rol puede ser interpretada en varias ocasiones.
Pero no todo es un ente público, también está el escenario tras bambalinas: el trascenio (backstage). Esta región se refiere a las barreras espacio-temporales en las que el actor puede dejar a un lado su personaje, para experimentar la realidad de forma relajada y familiar. En los medios sociales esto se traduce al espacio fuera de la pantalla, en donde uno edita su figura, piensa lo que va a publicar, piensa en los contenidos que puede publicar, o en el caso de las empresas, el trascenio podríamos pensarlo como la sala de marketing en donde se hacen las juntas para determinar la personalidad o la presentación de la marca en Internet. Sin embargo, no es que esta región sea individual, sino que es un espacio en el que la persona puede probar otros guiones que son de carácter social, es decir, inventados y creados en colectivo.
Por último, la tercera es la región exterior, que incorpora todo aquello que sucede alrededor nuestro y que, sin formar parte directa de nuestra actividad, consideramos en el momento en el que actuamos (Cruz, 2007). Los hashtags, los algoritmos de Facebook, Twitter e Instagram, la introducción de publicaciones que se introducen en nuestro muro por el sistema de pautas, las publicaciones de nuestros seguidores, todo ello forma parte de nuestro bagaje para determinar nuestra acción social. Digamos, tomando el último ejemplo, que el repertorio de publicaciones que podemos observar de todos nuestros seguidores funciona como un contexto discursivo que en buena medida nos condiciona o afecta: es usual que publiquemos los temas que vemos en los demás.
En suma:
Los medios sociales son un auditorio,
Y la vida, fuera y dentro de Internet, es una obra teatral.
Antropomedia
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Referencias
Collins, R. (2009). Cadenas de rituales de la interacción. Barcelona: Anthropos.
Cruz, A. (2007). Mentira y confianza: una mirada desde la dramaturgia de Erving Goffman. Méxco: CopIt ArXives.
Goffman, (1997). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu editores.