Una discusión que aborda la influencia desde otra visión fuera de la tradicional.
Al parecer, desde el imaginario colectivo, se piensa que la influencia tiene que ver con un individuo supremo a los demás. Es común escuchar en las conversaciones una inclinación por pensar este fenómeno en términos individuales: inmerso en el cotilleo popular, académico y profesional, se afirma, sin lugar a duda, que son las características innatas, únicas y originales del sujeto las que le permiten conectarse con la gente y, a la postre, tener un efecto importante en los demás (individuos que seducidos por la legitimidad y autoridad del sujeto, no se resisten y acatan, sin ningún cuestionamiento, las órdenes o sugerencias de esta estrella).
Esta estructura mental también se ha extrapolado a Internet. Por eso, ciertos perfiles, en su mayoría artistas o personajes públicos, cobran por publicaciones relacionadas con algunas marcas, empresas o políticos. De cierta forma los departamentos de marketing pretenden influir en las comunidades online desde la lógica de la teoría hipodérmica, utilizando perfiles-estrella admirados por los demás perfiles-zombis. Al cabo, para ser influyente sólo se tiene que ser popular y tener una cantidad de seguidores considerable que se alimentarán de las publicaciones sin defensa alguna.
Nada más erróneo o incompleto para interpretar este fenómeno. El ojo está puesto en el individuo y la cantidad de conexiones, olvidando otros elementos igual de importantes que la teoría Actor-Red permite comprender.
Desde los postulados de Latour y compañía, la realidad se configura a partir de redes que dependen de la fuerza con que se asocian sus elementos, y a la vez, puede ponerse en peligro si las relaciones que configuran la red se desintegran por perder su sentido.
Las redes (la realidad), bajo esta concepción de la teoría Actor Red, se forman tanto por elementos cualitativos (fuerza) como cuantitativos (número de conexiones), es un teatro de urdimbres discursivas, materiales y afectivas que producen que la influencia dependa más de la calidad y estructura reticular del entramado, y no del individuo y su número de conexiones. El actor influyente no es la fuente de una acción sino el blanco móvil de una enorme cantidad de entidades que convergen hacia él; es un objeto que no es un objeto aislado, sino diversos objetos en relación (Tirado & Domènech, 2006).
Mejor dicho: las publicaciones de un perfil influyen por y desde las condiciones cuantitativas/cualitativas de la red. Para que la obediencia o imitación se materialicen y existan, deben estar instalados en una red de relaciones no sólo cuantitativa (no por tener un montón de seguidores eres influyente), sino también de calidad y fuerza: lo que representa la afinidad, la interacción y el sentido de pertenencia de la urdimbre cibernética.
Pensar en los fenómenos de la viralidad e influencia simplemente desde el número de seguidores o por sujetos independientes, es quedarse con la idea cuantitativa de la influencia (número de conexiones) y olvidar el fondo estructural reticular de las relaciones humanas. Finalmente, el aspecto cualitativo de las redes también es muy importante: en buena medida, la calidad de los lazos es la que determina si los mensajes trascienden, es decir, si el perfil es influyente y su contenido viral.
Antropomedia
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Referencias
Domènech, M & Tirad, F. (2006). La teoría del actor-red. Una aproximación simétrica a las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. Barcelona: UOC.
Latour, B. (2005). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del Actor-Red. Oxford: Oxford University Press.