Un escrito que reflexiona sobre las formas de las ciudades desde sus objetos: triciclo, carro, ruedita y laptops.
Los objetos (su forma diría Fernández) tienen mucho qué decir de las ciudades, de la cultura, del estilo de vida de un grupo de personas y de las personas que habitan en ellas, junto con su psique, personalidad o subjetividad. Ningún objeto es un elemento o ente aislado sin relación alguna con su contexto, no están alrededor de las personas y de otros objetos sin ninguna razón, sino que además del material con el que están constituidos (esa masa que se puede tocar, medir, calculando su peso y volumen), suponen la presencia de un orden, es decir, contienen características y funciones que moldean y son parte de las sociedades o ciudades en las que están.
Vayamos a los ejemplos para relacionar formas de objetos con ciudades y seres urbanos, los cuales, Fernández Christlieb tiene de sobra. En un artículo titulado “vehículos”, este psicólogo social realiza una reflexión de la ciudad a partir de sus medios de transporte y del ser urbano que los utiliza. Digamos que entre las breves páginas describe los modos de ser de la ciudad, utilizando metafóricamente la lentitud, rapidez e individualidad que emanan de los medios de transporte.
El carro, una de las metáforas que utiliza nos dice mucho sobre la rapidez y la individualidad de la ciudad. El automóvil, símbolo del capitalismo, refleja seres apurados que cada vez deben recorrer distancias más largas. La ciudad carro no es más que un montón de individuos que juegan a las carreras, que se convierten en ferrocarrilitos individualistas descarrilados. Y aprender a manejar no es cosa tanto de sacar el clutch y checar el retrovisor, sino verdaderamente es aprender el capitalismo salvaje, con todas sus audacias y emociones, que consiste en aprovechar todas las oportunidades de salir ganando, y en nunca considerar a los otros como semejantes o prójimos, que saldrán perdiendo. La velocidad y la competencia ante todo.
Paralelamente, no todo es velocidad en las ciudades actuales. Los triciclos citadinos tienen la forma de la baja velocidad, la baja intensidad, bajas ínfulas, no le interesa llegar al primer mundo, con llegar a la esquina le basta, donde todo se mueve con tiempos de otro tiempos, en los que da tiempo de ir chiflando mientras llevan y traen garrafones de aguas. La lentitud del triciclo juega con la dinámica de la rapidez que el auto impulsa, e incluso por periodos la olvida, la detiene un poco, y retiene los detalles del transitar y convivir con los demás en la calle. Por tanto, dos formas de ser que se entrecruzan en la ciudad, dos mónadas: una desde la rapidez y otra desde la lentitud.
Otro objeto que desde su función moldea a las ciudades son las rueditas. Este medio de transporte nos dibuja una ciudad y unos seres individuales. Bien lo dice Pablo, las rueditas son personales, son congruentes con el individualismo y el aislamiento contemporáneos. Aparecen cuando el planeta se hace más liso gracias a la tendencia civilizatoria de erradicar los baches y pulir los pisos, y coinciden con que la gente se hace muy cosmopolita, viajando, comprando y necesitando maneras de llevar sus maletas. La ciudad desde las rueditas es un mundo individual, un mundo fabricado para el consumo y el transporte autónomo.
En este sentido, los medios de transporte y los objetos nos dicen mucho de las ciudades en las que habitamos. De modo que podemos extrapolar esta idea para tratar de describir que tipo de ciudad circunscribe las laptops. Si el carro produce lugares con ferrocarriles descarrilados, el triciclo personas que viven desde la lentitud y el detalle, y las rueditas sujetos/maleta consumistas y globalizados, ¿qué ciudad se está dibujando desde la llegada de estos aparatos?
De entrada, podríamos decir que surgen individuos que se desconectan físicamente y se conectan cibernéticamente con su red social. A pesar de la idea de algunos teóricos que presentan la interconexión cibernética como un elemento de-socializador, frío y distante, en realidad lo que la llegada de los ordenadores está produciendo, es un número de conexiones entre personas más alto y continuo, y una velocidad informática impresionante.
Los ordenadores conectados vía Internet generan un individualismo parecido al que se expone con las rueditas: también hay sujetos descarrilados en velocidad por obtener información, pero contrariamente al nomadismo de las rueditas y al movimiento del automóvil, su lógica funciona a la inversa: desde lo estático. Tenemos un ser sedentario que navega individualmente a velocidades impresionantes sobre datos, y tiene un número de conexiones alto, tiene más conexiones de segundo grado, es decir, fuera de la familia y amigos cercanos.
Sin embargo, esta forma de ciudad que producen las laptops -seres sedentarios conectados-, no está exenta ni de la división de clases, ni de las desigualdades que la misma ciudad reproduce. Sería un error pensar que el contorno que dibuja la llegada de Internet produce una conexión entre las personas distinta a la que opera en el territorio offline. Las distinciones entre personas que operan en el mundo offline también tienen un efecto en el territorio online, produciendo un cierto tipo de conexiones entre conocidos de un mismo sector, y reproduciendo las desconexiones entre clases sociales que se dan en la vida cotidiana.
En síntesis, los objetos -su función- nos brindan la oportunidad de entender a las sociedades actuales, sus modos de ser heterogéneos y múltiples. Tenemos, con estos cuatro ejemplos, una ciudad moldeada por la rapidez (carro), la lentitud (triciclo), la individualidad (rueditas) y la interconexión múltiple y sedentaria (laptops).
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com
Referencias
Fernández Christlieb, P. (2004). La sociedad mental. Barcelona: Anthropos.
Fernández Christlieb, P. (2014). Vehículos. URBS. Revista de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales. Volumen 2, número 1, páginas 9-17.