Una reflexión sobre la investigación online desde la metáfora del barroco utilizada por Michel Maffesoli.
Pensemos lo barroco como metáfora, no como una literalidad.
Cuando decimos “barroco”, no estamos hablando exclusivamente del arte, o mejor dicho, de un conjunto artístico bien delimitado que algunos ubican en las obras, por poner un ejemplo, de Diego Velázquez, sino del barroco como un tipo de sensibilidad que permite pensar dos cosas en relación con la investigación sociológica:
El barroco, primero, como palanca metodológica que sensibiliza al investigador para comprender al mundo no sólo desde lo lineal y lo racional, sino desde la profundidad, lo complejo, lo afectivo, lo ecléctico, lo natural, y lo múltiple, es decir, que tiene mucha partes pero también que se pliega y despliega de muchas maneras. Una visión que supere la homogeneidad del pensamiento moderno, el cual, pudiera pensarse a partir del arte clásico compuesto de líneas y figuras bien delimitadas. Como diría Maffesoli, es cuestión de suceder a la unidad del Clasicismo una visión desde la Unicidad del barroco; de las líneas, aplanamientos y contornos, a las manchas, profundidades y complicaciones.
La segunda, una cuestión más ontológica que epistemológica. Se trata de pensar las sociedades actuales o posmodernas, junto con sus fenómenos, desde otra perspectiva: hay una especie de barroquización de la existencia, una realidad que se expresa a través de las redundancias, y además, tiene múltiples rostros (no sólo el racional): sobre todo surgen nuevos modos de estar-juntos: una ética desde la estética. En estos tiempos el hedonismo de lo cotidiano está más presente; la emoción, lo frívolo y las apariencias no son secundarias, están modificando profundamente la realidad.
El mundo, desde esta visión, ha sido reencantado, fundamentándose desde un politeísmo de valores: los elementos heterogéneos se mantienen juntos, de modo que la disyunción “o…o” deja la conjunción “y…y” (ya pueden coexistir elementos dispares, ya no es lo uno “o” lo otro, sino lo uno “y” lo otro). Así, las ciudades son laberintos ordenables, son entretejidos dinámicos, en que hay un número de tribus urbanas que, mediante sus acciones que buscan una identificación desde las apariencias y lo hedónico, forman los lazos sociales que estructuran el cuerpo social.
En este sentido, Internet podemos pensarlo desde estas dos perspectivas. Es posible estudiarlo desde el formismo que integra la metáfora, la analogía y la alegoría en el acto de conocer, es decir una sensibilidad barroca que no cuantifique únicamente a los usuarios (likes, coments, shares), o que entienda lo viral como derivaciones matemáticas o resultados de conexiones o hubs, sino que también vaya hacia las profundidades afectivas de las cíber-interacciones tratando de representarlas con metáforas que tracen ese afecto, le den forma. O también que el investigador se empeñe en buscar los tótems que unen a las personas, esos objetos y espacios (emblemas) que generan un sentimiento de estar-juntos hedónico.
Se trata de tomar en cuenta todos los elementos que ocurren fuera de lo empírico o demostrable estadísticamente, y en especial, de pensar a las tribus online concentraciones proxémicas, afectivas que forman, a gran escala, el cuerpo social (comunidad online/ sociedad cibernética).
Y por último, aunado a lo anterior, Internet forma un Red que puede interpretarse como un “entretejido dinámico” fundado no sólo por lo racional, sino también por lo banal, las emociones y las apariencias. En general, citando a Maffesoli, las redes pueden ser consideradas como una inscripción espacial de la multiplicidad de gustos, de modos de vida, de pasiones y de experiencias que hacen que la sociedad sea lo que es. Se pertenece a un lugar dado pero nunca de una manera definitiva (de ahí lo dinámico). Las tribus online evolucionan todo el tiempo (y a mayor velocidad por la espontaneidad de la Web), al grado que un usuario puede estar interactuando o perteneciendo a varias tribus simultáneamente.
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Referencias
Maffesoli, M. (1989). En el crisol de las apariencias: para una ética de la estética. Siglo XX: México.