Una reflexión sobre el espacio y su componente principal: la cultura.
El espacio es una variable que organiza, de cierta forma, cualquier investigación etnográfica. Todo etnógrafo depende de técnicas como la observación participante y la entrevista que, a grosso modo, son formas de entrar al espacio desconocido, ya sea a la dimensión discursiva del otro que surge de la conversación cara a cara entre el investigador y el investigado, o por otro lado, de la minuciosa mirada del sujeto que coloniza el lugar con sus ojos pero también con su cuerpo y presencia (el estar en la comunidad).
En la netnografía esto se complica un poco. Tradicionalmente, el espacio se piensa siempre desde lo material, cuestión que va en contra de los bits: sustancia con la que se constituyen las plazas públicas virtuales, los sitios web, en fin, la arquitectura online. Pareciera, entonces, que el investigador debe transformarse en un avatar, traducirse en un ente virtual (perfiles de Facebook) para encontrar el aspecto material que tanto busca: el espacio digital.
Sin embargo, asumir que el espacio tiene que ver sólo con lo material es dejar de un lado uno de sus aspectos más importantes: su dimensión cultural que en palabras de Geertz, es lo que conforma la cultura. Como dice Maffesoli, donde sus palabras encarnan a otros autores de la talla de Lefebvre o Delgado: el espacio adquiere sentido solamente si puede ser vivido con los demás, lo más cercanamente posible. En este sentido, los ladrillos o ladrillos-bits tienen sentido únicamente en y por las prácticas humanas que acontecen y los discursos que los enuncian.
De forma sencilla: una cocina es una cocina cuando entra la persona a elaborar sus alimentos, cuando corta la cebolla y el jitomate en la cubierta, no sólo por la estufa y el refrigerador que están depositados allí; en el momento en que se dejen de utilizar estos objetos y las personas sólo entren a platicar a ese lugar, la cocina pasa a ser un comedor, o en un grado extremo, si el refrigerador y la estufa fungen más como muebles, una sala de juntas.
Por tanto, la arquitectura cultural es tan importante como la arquitectura física. Los espacios adquieren sentido cuando se practica, se utilizan, se habitan, se viven. En el caso de Internet, por ejemplo, por más que un diseñador web proponga una arquitectura de un sitio para promover una marca, o por más que un community manager exponga una parrilla de contenidos para discutir, es el uso que se le dé al sitio el que construirá el sentido del cíber-lugar.
El mundo social virtual depende tanto de la construcción y elementos materiales (hechos de bits, y acomodados por una arquitectura o diseño web) como de la concepción que tienen los usuarios de la tecnología, el sentido que adquiere su uso, y sobre todo, de las relaciones que existen entre la organización y la vida offline con la vida y las formas de organización online. Como diría Hine, el espacio online, si bien depende de la estructura y diseño, también está profundamente arraigado a un proceso de negociación e interpretación humana. Por más que Facebook quiera proponer la lógica de acción en su sitio, siempre surgen nuevas formas de habitarlo-pensarlo: una plataforma de memes (MemeBook), un lugar en donde la gente transita a You Tube (la competencia) o un canal de comunicación para organizaciones que están en contra de Facebook.
Un proceso netnográfico que no dé cuenta de este mundo simbólico, o de estas formas de habitar la red, está asumiendo que el espacio es sólo una cuestión de bits ordenados, de programación, y por ende, está olvidándose de su objetivo principal: la cultura humana y su cotidianeidad -las mil artes de hacer no impuestas- (De Certeau,1999). Más que tecnología Internet es una plataforma cibernética en donde se fundan relaciones humanas, en donde se desarrolla una cultura sustentada por lo online.
Antropomedia
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Referencias:
Hine, C. (2004). Etnografía virtual. Barcelona: UOC.
De Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano: artes de Hacer. México: Universidad Ibeoamericana.
Maffesoli, M. (1989). En el crisol de las apariencias: para una ética de la estética. Siglo XX: México.