Una reflexión sobre las formas metafóricas que el lenguaje cotidiano ofrece para investigarlo desde las ciencias sociales.
Las metáforas no sólo pertenecen al mundo de la literatura, no es una cuestión únicamente que dominen y utilicen los expertos literatos y lingüistas, además de la aliteración, el pleonasmo, la prosopopeya, las metonimias, las hipérboles, el hipérbaton, el polisíndeton… Cotilleo tras cotilleo, la gran parte del tiempo, las personas que se consideran “comunes y corrientes”, por no decir no expertas en la lengua, trazan metáforas subrepticias dentro de las oraciones que formulan para el otro (o para sí mismos); solo es cuestión, como dirían Lakoff y Johnson, de poner atención especial a las expresiones para descifrar y entender la lógica metafórica que contienen implícitamente.
Este tipo de metáforas explican cómo las personas se posicionan y significan el mundo; o mejor dicho, dibujan, entre líneas, la experiencia humana con su alrededor: las situaciones y el entorno material y simbólico. El lenguaje, desde esta dimensión, más allá de ser un aspecto formal, simple etiqueta, tiene una cualidad performativa: permite que las personas estructuren su vida, y simultáneamente, construye su realidad tanto afectiva como cognitiva (racional).
Por tanto, si uno pretende, como investigador, entender las implicaciones metafóricas o efectos de conversaciones en la calle o se ha impuesto (como netnógrafo) la tarea de entender a las comunidades online desde su discurso. La noción metafórica del lenguaje permitirá no sólo reconocer las expresiones como si fuera solo opiniones o discurso muerto, sino que entenderá cómo las personas construyen, re-construyen, viven y sienten su realidad, sea online u offline.
Por ejemplo, las metáforas de orientación espacial, en donde la cantidad y la escasez se relacionan con arriba y abajo: es normal escuchar que se diga “los precios subieron” o “hay que levantar la moral y no caer en una depresión”. En ambas expresiones, lo bueno se relaciona con arriba y lo malo con abajo, lo que produce que las personas que sienten depresión, terminen en un centro de atención (su situación es una caída, no un escape o consecuencia de su entorno, sin la carga moral o negativa).
Por otro lado, también están las metáforas estructurales, en las cuales, una actividad o experiencia se estructura en función de otra. Está el caso de las expresiones de amor que abundan en los medios sociales y las conversaciones en Internet. Para analizarlos desde esta óptica, uno podría ver, por poner un solo ejemplo, que en muchas el amor se traduce a un viaje. Y por algo surgen expresiones como “la relación está en una encrucijada” o “hay que ir despacio, hay que tomarnos un tiempo, o ir con tranquilidad”; lo cual se traduce a rompimientos, llantos, depresiones, y en general, a viajes malos o no deseados.
En síntesis, si se pretende analizar la realidad discursiva, es conveniente pensar que las palabras no son etiquetas, no son expresiones que tracen la realidad sin efecto alguno, tienen implicaciones y producen cosas, eventos y sensaciones. Una persona que dice “estoy en crisis”, no sólo está describiendo su estado sino, al mismo tiempo, está dibujando un lugar que lo contiene, un espacio físico-simbólico que no le permite moverse o ir a otro lado. Cosa distinta sería si dijera: me parece que en este momento las cosas no van a la alza (otra metáfora), de modo que daría en entender(se) que su situación es desfavorable, pero que no depende de un estancamiento personal (que a veces dura años).
Facebook e Internet: la libertad como dispositivo de poder
Una reflexión sobre la libertad e Internet como dispositivos de poder.
Internet no es un espacio libre creado desde la transparencia, construido con el objeto de la emancipación social, o exento de los intereses políticos y económicos de la época liberal. Cada cíber-espacio, cada interacción en chat, cada meme publicado, cada tuit desarrollado, like generado, además de estar impregnado de cargas ideológicas, se mueven bajo relaciones de dominación y vigilancia. El poder está en todos lados, ya lo había dicho Foucault, y para ejercerse se materializa desde tecnologías, mecanismos o dispositivos que, en el caso de la Red Online, se activan de forma subrepticia, sin que uno se dé cuenta de la sujeción, es decir, desde la misma voluntad “libre”.
Internet se mueve más desde una estructura biopolítica: es decir, una relación estratégica para gobernar lo vivo, para coordinar y dar una finalidad de potenciar e incrementar, para que los vivientes produzcan con más fuerza. No es una dominación desde la negación y la repetición de la palabra no, sino un poder positivo que utiliza la misma voluntad de las personas, que convence y “normaliza” a la población, que vigila más que reprimir.
Internet está inserto dentro de esta lógica. Por ejemplo, la plaza pública virtual denominada Facebook es un extraordinario dispositivo capaz de aprovechar la potencia de los usuarios. Subrepticiamente, mientras los perfiles se circunscriben dentro del marco de la pornografía narcisista y emocional (se entretienen, muestran sus sentimientos de manera catártica, promocionan sus proyectos), en realidad están trabajando para la expansión de un nuevo tipo de mercado: el “comercio relacional”.
Internet, bajo sus lógicas, produce que la gratuidad tenga un precio: proporcionar los datos personales, que serán elaborados, empaquetados y vendidos a empresas interesadas en potenciar sus estrategias de venta. La publicidad y la perfilación online se vuelve el objetivo principal de los sitios web, lo cual, no es una cuestión de libertad, sino es la libertad utilizada como un dispositivo de poder cognitivo capitalista.
Internet, además, posibilita que el Smartphone, parafraseando a Byung-Chung, se traduzca en un aparato de subjetivación, un confesionario móvil. Por tanto, el me gusta se traduce a un amén digital, de modo que cuando se hace clic en el botón de me gusta la persona se introduce a un entramado de dominación, datificación de la vida cotidiana y vigilancia. Total, Facebook es la iglesia, la sinagoga global de lo digital.
Internet, finalmente, no es un espacio de libre expresión, fundado en la transparencia radical y en nombre de la libre información: libertad automática garantizada por las máquinas, la libertad de unas relaciones sociales cada vez más automatizadas. Es un medio híper-vigilado, un dispositivo de poder que con los algoritmos registra toda acción en función a un objetivo: insertar a los cuerpos dentro de la lógica del mercado, siempre desde su voluntad y utilizando como eje central la datificación de la vida cotidiana.
Antropomedia
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Referencias
Byung-Chul, Han. (2014). Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Barcelona: Herder
Foucault, M. (2004) Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). FCE: Distrito Federal.
Ippolita. (2012). En el acuario de Facebook: el resistible ascenso del anarco-capitalismo. Madrid: Enclave de Libros.