Una reflexión sobre los nuevos modos de poder de la sociedad de rendimiento neoliberal.
Según Byung-Chul Han, en estos tiempos tardomodernos, el famoso y muy utilizado “tengo que” ha dejado espacio al “debo de”. De ahí que el poder cada vez se ha hecho más subrepticio, poderoso, inteligente, amable y seductor. Ya no se trata como lo decía Foucault de un poder soberano que aniquilaba a las personas en la plaza pública enfrente del pueblo mediante el ritual del suplicio, tampoco de ciudades disciplinarias que utilizan la administración del tiempo y del espacio para vigilar, sancionar y normalizar, ahora hay un poder en clave positiva que utiliza la libertad como mecanismo de sujeción y coacción.
De la negatividad a la positividad. Como lo menciona el autor, de la sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, se ha pasado a una de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéricos, lo cual, habla bastante de las formas subrepticias de sujeción neoliberales. Ya es mediante la búsqueda de la felicidad y los estímulos positivos (mejorar el cuerpo, ser mejor empresario, ser un académico bárbaro, invertir sabiamente, gastar inteligente) en donde uno construye su camino, siempre sujeto a un sistema neoliberal que usa de carnada el discurso de la libertad personal.
¿Qué significa esto? En el mundo entrepreneur (en el que la persona es dueña de su tiempo), ya no se dice que se tiene que ir a la fábrica a cumplir las ocho horas laborales, sino, se dicen palabras con tintes de optimización personal. Los buenos empresarios despotrican frases o pensamientos tales como “debo de mejorar”, “debo de viajar para expandir mi mercado”, “debo de trabajar más horas para competir”, “debo de ir a congresos”, “a juntas de networking empresarial”, “debo de leer más”, “debo de saber más”, y así hasta el infinito… Una máquina autista de perfeccionamiento.
Es, pues, una imposición (explotación) por el bien personal, es decir, de su propio proyecto. Cada quien tiene una infinidad de tareas por realizar, pendientes que se deben de hacer rápido y como nadie. En fin, se tiene que ser un sujeto eficiente multitasking, un todólogo: se trata no sólo hacer muchas actividades a la vez, sino también de hacerlas al máximo rendimiento.
En tal sentido, comienza la era del rendimiento: hay que funcionar a como dé lugar, cada vez mejor. Surge un nuevo estilo de vida más acelerado, y desaparece, en cierta medida, la coerción o la explotación ajena. En este tipo de mundo, trabajo significa realización u optimización personal desde el espíritu libre, y por consiguiente, no llega la alienación, sino el agotamiento para evitar el fracaso y la depresión.
Hace falta una pausa para combatir este poder amable e inteligente. Entre tanta positividad por trabajar y optimizarse, es evidente la urgencia de la negatividad a esta forma de coacción neoliberal: ese momento de cansancio colectivo y la contemplación anti-productiva nietzscheana (pensar, disfrutar y reflexionar desde la lentitud) en donde uno repiensa sus acciones, deja de producir en nombre de su propio proyecto, y entiende cómo a pesar de sentirse libre, es un sujeto autoexplotado desde un entramado colectivo y social que lo traduce en un animals laboral que siempre es optimizable (por algo hay cientos de libros de superación y gimnasios: nunca es suficiente lo hecho o logrado).
Antropomedia
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Referencias
Byung-Chul Han (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.