Un análisis de la forma en que Bauman entiende las redes sociales.
La nostalgia, de un modo u otro, acompaña cierto discurso de Bauman. En su mundo líquido, esto es, con amores líquidos (de conexiones y no de relaciones profundas) y una vigilancia líquida al estilo del panóptico de Bentham pero descentralizada, los medios sociales son un entramado de relaciones sociotécnicas que por más de que exista la posibilidad de pensarlos desde la lógica activista y emancipación social, por sí mismos promueven el distanciamiento y el espionaje desde el movimiento y la actividad del vigilado.
Pintado así (este ecosistema de fluidez), es razonable que suene mejor lo sólido y fijo: un mundo de las relaciones sólidas, con fábricas enormes y durables, y vigiladas con dispositivos estáticos, ya sea el policía de la esquina o el dueño del negocio.
De hecho, el autor argumenta que en Facebook no existen comunidades, sólo redes sociales; la diferencia muy simple: la persona pertenece a la comunidad, se funde en ella, y desde ahí, se identifica. En cambio, la red social de carácter cibernético es un ente producido desde el individualismo; ésta pertenece a la persona, la cual, tiene el control de los que integran su red. Se vuelve un administrador de la estructura social, a diferencia de la comunidad en donde la red se funda en y por las interacciones afectivas y racionales.
Sin embargo, ¿realmente las redes o medios sociales son como las describe el autor? No del todo, o al menos, se olvida un elemento principal en el uso humano: la resignificación, y en este caso, la reapropiación del espacio cibernético.
¿Qué quiere decir esto? Simplemente que existe un campo de agencia, a pesar de las configuraciones algorítmicas, la lógica narcisista e individualista que menciona Bauman. Y esto no significa que el perfil o sujeto se salga de la norma o que haga un ataque frontal contra la lógica cibernética. Más bien, que puede montarse a lo establecido para reinterpretarlo desde sus prácticas digitales. Un ejemplo: utilizar Facebook como un espacio de reflexión crítica de la vigilancia subrepticia, o el caso más extremo, formar vínculos con los integrantes de la “red” para formar comunidad offline; se trasciende la arista cibernética y se traduce en un lazo igual de fuerte que el que los antropólogos definían en sus descripciones densas, allá a inicios del siglo XX.
En este sentido, pareciera que más que una análisis fino de las consecuencias de este tipo de espacios digitales, lo que ocurre con Bauman es una especie de nostalgia que paraliza el sentido: piensa de forma fija que lo viejo era mejor, mientras que lo nuevo o el presente tiene problemas, y no hay más.
Dejando a un lado esta nostalgia, se podría decir que un análisis de los medios sociales no puede pensar la realidad online desde absolutos, más cuando la red tiene carácter múltiple. Si bien es cierto que hay una lógica neoliberal de codificación de las conductas online en perfiles de consumo individuales o un espionaje colectivo, también es cierto que hay posibilidades de re-significaciones subrepticias y posibilidades de resistir a las lógicas impuestas, y sobre todo, de crear comunidad: lo online se puede volver un medio para la relación comunitaria en el territorio offline.