El sujeto algorítmico 

En tiempos actuales, el algoritmo digital es más que un simple conjunto de instrucciones que configuran lo que uno puede ver en la interfaz de Facebook, Instagram o Twitter.

En tiempos actuales, el algoritmo digital es más que un simple conjunto de instrucciones que configuran lo que uno puede ver en la interfaz de Facebook, Instagram o Twitter. Si bien es cierto que los algoritmos de los medios sociodigitales, como dice la escritora Remedios Zafra, posibilitan gestionar los contenidos digitales que las personas pueden observar de sus amigos, la publicidad que les aparece en la pantalla y las noticias sobre algún acontecimiento, también categorizan, de cierta manera, a las personas desde su misma actividad digital. 

En otras palabras, las plataformas sociodigitales se han diseñado también para producir un conocimiento de los usuarios desde algoritmos no perceptibles que funcionan en el momento en que la persona simplemente enciende su celular, prende su computadora, le habla con cariño a su aparato para prender la luz (Alexa buenos días) o sube una fotografía a Instagram después de estar varios minutos editándola. Argumento no novedoso, inclusive se encuentra dentro del sentido común, pero que vale la pena que repasemos porque tiene un conjunto de implicaciones que van más allá del simple hecho de reconocer este fenómeno de captación para inmiscuirnos en una discusión más amplia que implica la definición de ¿quiénes somos actualmente? y ¿cómo somos definidos? 

            Para ello, conviene que nos posicionemos desde los argumentos de Cheney-Lippold cuando en su libro titulado We are data: algorithms and the making of our digital selves, comenta que las dinámicas algorítmicas que utilizan las plataformas como Google y Facebook tienen una fuerte implicación en nuestra vida cotidiana, ya que los datos que generamos no son sólo fichas frías que son acumuladas en un disco duro gigante, sino, al mismo tiempo, es información que al interpretarse tiene la capacidad de intervenir y redefinir nuestro estado actual o cotidianeidad. Por ejemplo, el autor demuestra cómo la información digital extraída y definida por algoritmos digitales ha puesto en riesgo la ciudadanía de ciertos usuarios y, en los casos más extremos, ha contribuido a que la persona que sube fotografías en Internet y hace búsquedas digitales sea definida como un terrorista por instancias gubernamentales y, por ende, sea eliminada o encarcelada. 

Bajo dicha lógica, se podría decir que hoy somos más que la forma de nuestro cuerpo, nuestras facciones, las palabras que utilizamos para presentarnos y, en definitiva, somos más que las frases que emplean las personas de nuestro alrededor para definirnos. Somos también nuestros datos digitales y, en cierto sentido, la manera en que los algoritmos leen e interpretan ese conjunto de datos. De hecho, los datos para tener un sentido dependen de las instrucciones algorítmicas (que formulan personas) que permiten que, primero, se produzcan y se extraigan y, luego, que se haga una lectura analítica con un propósito gubernamental (vigilancia) o comercial (publicidad). 

            De ser así, nos constituimos también como sujetos algorítmicos: seres humanos delimitados desde la imposición de estándares y parámetros que se definen en los departamentos de informática de empresas como Facebook y Google. Y lo más relevante, según el autor, es que dicha categorización no nos involucra en su consolidación: pese a que gran parte de los usuarios reconoce que su actividad es definida por los algoritmos, hay un gran desconocimiento sobre de qué manera se formula la categorización de nuestra persona que, en realidad, apunta más a aprovechar nuestra actividad sociodigital en términos comerciales y gubernamentales que en posibilitar la comunión o solidaridad humana y la producción de un conocimiento colectivo en pro de la mayoría. 

            En suma, el sujeto algorítmico no es simplemente una definición más de quiénes somos, involucra una manera de categorizar a las personas desde su actividad digital que tendría que esclarecerse o ponerse al alcance de los usuarios de los canales sociodigitales. Si se lograra esto, hablaríamos más de un proceso de negociación entre plataformas digitales y usuarios que las utilizan que de una definición algorítmica encriptada que tiene la posibilidad de intervenir en nuestra ciudadanía, de etiquetarnos como terroristas o de definirnos como consumidores de carne, sin posible interpelación, conocimiento alguno o entendimiento cabal de dicha definición. 

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