Pareciera que como funcionan las sociedades occidentales, actualmente se necesita la figura del otro para co-existir: el monstruo que atormenta, el delincuente que transgrede el orden social, el extranjero o foráneo que no desea ningún citadino en su territorio, el enemigo de la nación, el loco que decidió, por causas ajenas o intencionales, irse del mundo de la razón, etc., etc., etc.